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Pasan los años, pero el Estadio Olímpico Universitario sigue teniendo magia

A pesar de los años, la casa de los Pumas de la UNAM es un referente para el deporte en México, para los empleados del inmueble: En cada lugar del estadio hay un pedacito de historia


  • 16
  • Septiembre
    2017

Todavía se siente la magia, la vibra y el espíritu de ese torrente de emociones y alegrías de la juventud del mundo que llenó durante las ceremonias de inauguración y clausura el Estadio Universitario durante los Juegos Olímpicos México 68.

Cada espacio del escenario es histórico, cada metro cuadrado es grandeza y fortaleza de un México creciente como primera economía latinoamericana en organizar la justa deportiva más apasionante del mundo.

Todo es una imaginación, una imagen del país, una visión y un futurismo de las mentes creativas de los arquitectos diseñadores Augusto Pérez Palacios, Jorge Bravo y Raúl Salinas Moro.

También plasma la fuerza de los mexicanos a través de los aproximadamente 10 mil obreros que trabajaron, incluso hasta de noche, del 7 de agosto de 1950 al 20 de noviembre de 1952, cuando fue inaugurado por el entonces presidente Miguel Alemán y el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Luis Garrido.

Un impresionante mural que adorna la pared externa en la parte oriente del escenario, con el título “La Universidad, la familia y el deporte en México”, plasma el nacionalismo, inspiración y grandeza del más gigante de los muralistas mexicanos, Diego Rivera.

Esta joya arquitectónica, del espíritu olímpico, del deporte mexicano y universitario, es cuidada como un diamante de infinidad de quilates por un apasionado Juan José Ugalde, quien lo mantiene pulcro, espléndido y grandioso como si no pasaran los años.

“La responsabilidad del Estadio Olímpico es muy grande, pero muy satisfactorio. Creo que es un puesto único, envidiable”, compartió el administrador del escenario.

Pues como no, si se regocija de orgullo porque Queta Basilio se convirtió en la primera mujer en el mundo en hacer el encendido del pebetero, el cual se mantiene servible e iluminó el área con sus flamas hace cuatro años, con motivo del Maratón de la Ciudad de México.

Las torres del alumbrado siguen originales y lo que cambió fueron los dos mil focos incandescentes por 220 focos ahorradores que superan los lúmenes requeridos por la Federación Mexicana de Futbol, esto sucedió hace unos cinco años.

La pantalla sigue igual de gigante y también adaptada a la modernidad. “Cuenta con nueva tecnología y con colores muy nítidos”.

Su andar es sobre la pista de atletismo, la cual también es la primera en la historia de los Juegos Olímpicos en ser sintética, de tartán como se le llama, y en la actualidad luce hermosa porque fue renovada hace cuatro años.

Otros pasos son sobre una alfombra verde que forma un césped celosamente cuidado por el personal de jardinería, un espacio que llenaron los jóvenes deportistas del mundo, aquel 12 de octubre de 1968.

En el costado derecho de la pista, en el lado oriente, está la pista y la fosa llena de arena, donde el estadounidense Bob Beamon dio el salto del siglo, un vuelo de ocho metros y 90 centímetros.

“Aquí dio el salto histórico. Estar aquí, es algo muy intenso. En cada lugar del estadio hay un pedacito de historia”, compartió Juan José Ugalde.

Sobre la cancha de futbol rueda el balón de los partidos de futbol de los Pumas de la UNAM o vuela el ovoide en los juegos de futbol americano en los encuentros de los equipos universitarios.

Miles de aficionados acuden a dichos encuentro y las 35 mil bancas se mantienen en magníficas condiciones, así como los palcos del equipo visitante, del anfitrión y la zona llamada “palomar”, donde están las cabinas de radio y televisión con las antenas más avanzadas en telecomunicaciones.

A la salida de los aficionados empiezan los de limpieza a barrer y recoger hasta cinco toneladas de desechos, en los clásicos, y dos o dos y media toneladas en los demás juegos. “En las labores de recolección se separan la orgánica e inorgánica y todo el pet se entrega para reciclaje”, comentó quien tiene unas gradas limpias y listas para cualquier espectáculo.

Un recorrido imperdonable es por uno de los vestidores, el del equipo visitante, donde el personal de seguridad recibe una llave y el de seguridad del estadio posee otra y las dos deben estar insertadas al mismo tiempo para que la puerta se abra.

Ya adentro luce una instalación limpísima, con los espacios marcados para cada jugador, donde puede poner sus prendas para el juego, donde hay un cajón, un tuvo horizontal para colgar ropa y una caja fuerte para que guarde sus pertenencias de valor, con combinación que sólo él conoce.

“Con esto garantizamos las pertenencias de los jugadores”, expresó Juan José, quien describe la existencia de un pizarrón, donde el entrenador tiene la charla técnica, además contiguamente están los lavabos, las regaderas con agua fría y caliente y una mesa de masaje. “Es un vestidor que tiene sesenta y tantos años de edad y pareciera ser nuevo”.

Indicó que existe la norma de tener servicios médicos de primer nivel. Por lo que hay una ambulancia, médicos, paramédicos para el apoyo de cualquier eventualidad.

Ugalde agradeció el apoyo del rector de la UNAM, Enrique Graue, por dar todo el apoyo durante todo el tiempo, al secretario de servicios a la comunidad; Javier de la Fuente, “y a mi jefe Eduardo Cacho Silva, quien es un gran guía y ha hecho que este estadio siga funcionando como lo es”.

Gracias a ellos y la intervención de muchas otras personas en el transcurso de estos años, se mantiene “vivo” el estadio y cumple su función para lo que fue creado y es un punto de visita de más de un millón de personas al año, a través de los partidos de futbol soccer y americano, competencias universitarias, el Maratón de la Ciudad de México y visitas guiadas, entre otras actividades.





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