Escena

La Obra Maestra de Guillermo del Toro

Con su nueva película, el cineasta mexicano nos prueba que las grandes historias románticas pueden ser originales y a la vez clásicas, manteniéndose así vigentes entre los nuevos amantes del cine


  • 14
  • Enero
    2018

A los monstruos, decía Carlos Fuentes, “se les recuerda nostálgicamente como parte de una época en la que el mal necesitaba expresarse en símbolos extremos”.

La reflexión del escritor mexicano viene a cuenta en pos de la reciente película de su paisano Guillermo del Toro, un manifiesto amante de los monstruos, quien ha brindado un sello propio a este ya viejo género de la pantalla grande.

La Forma del Agua, que se estrenó el pasado viernes en la ciudad, es una película donde la monstruosidad llega complementada de una carga metafórica y poética sinigual.

Fuentes decía, en su libro Cantar de Ciegos, que los monstruos poseen “una fascinación retrospectiva”. Quizá porque nos hacen recordar la época de oro en que estos personajes dominaban las salas de cine.

Pero el ser monstruoso se manifiesta de distintas formas, no sólo en el exterior, sino también en las malvadas acciones de personajes como el villano de La Forma del Agua, Richard Strickland (Michael Shannon), quien pese a todo se autodefine como un modelo hecho a la imagen de Dios.

En esta nueva parábola de la Bella y La Bestia, ninguno de los personajes centrales está ceñido a lo convencional. Pero el cineasta mexicano tampoco intenta mostrarlos diferentes sólo por capricho o por salirse de las formas.

El principio fundamental de su cinta es la armonía, depurada en su narrativa, pero sin perder un poderoso sentido poético, que es hasta cierto punto fundamental.

Y como bien ha dicho el jalisciense, aunque está adaptada a inicios de los años 60, época muy prometedora para los Estados Unidos, La Forma del Agua es una historia de nuestros días: de seres marginales que ponen a prueba su verdadera valía ante el poder de lo establecido.Revolución viva

Los consumidores del entretenimiento vivimos una revolución. Nuestros hábitos se transforman casi vertiginosamente. La gran oferta que hay en las plataformas de streaming ha hecho que muchas personas prefieran quedarse en casa que salir al cine.

Además, las tecnologías de reproducción en el hogar son tan buenas que ya la calidad que antes representaban las salas de cine, tanto en video como en audio, no es notoria o es poco significativa.

Ir al cine requiere mayor estímulo que comer palomitas y pasar un rato en pareja o en familia. Hace falta que nos cuenten grandes historias, que nos atrapen con una aventura bien contada, que ésta valga realmente la pena y nos adentre en una atmósfera única y, de preferencia, no convencional.

La Forma del Agua, que ya obtuvo El León de Oro en La Mostra de Venecia y hasta el Globo de Oro para Del Toro en la dirección, así como los mejores premios en los recientes Critics’ Choice Awards, reúne todas las cualidades de una cinta que merece ser vista y disfrutada.

Es un placer escaso en estos días; es redonda, está bien contada, es genuina y es, sobre todo, atractiva visualmente. Hay que ir listos a dejarse llevar por un relato amoroso fabulado con la peculiaridad que sólo Del Toro puede lograr.

No tiene una sola secuencia de sobra, no tiene un diálogo en exceso, y está narrada con absoluta gracia.

Original... y tradicional

El no ser un cuento tradicional, permite a la cinta de Del Toro evitar los clichés, pero sin convertirse en un cúmulo de personajes disparatados o grotescos, sólo por el objetivo de que sean distintos.

Sin ser predecible, la cinta escrita, dirigida y producida por el jalisciense transcurre en forma hasta cierto punto tradicional, brindando al espectador el cuento de dos personajes que se atraen en condiciones adversas, disímbolas e incluso improbables, pero dominados por la atracción y magnetismo clásicos de los amantes más románticos de la pantalla grande.

Como ya lo han dicho muchos de sus colegas y el mismo Guillermo del Toro, ésta es, sin duda, su obra maestra.

Tiene un estilo lleno de naturalidad, pero sin llegar a los lugares comunes ni buscar lo bizarro que plantearía la relación entre un monstruo y un humano.

Ésta es una gran razón por la cual las buenas películas deben seguirse viendo en el cine.

Mientras haya creadores como Guillermo del Toro, que saben contar grandes historias y mantener al espectador emocionado, entretenido, interesado y conmovido, ir al cine seguirá siendo un hábito muy vivo.



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