Escena

Los discos de acetato; Un regreso triunfal

Los discos de vinilo están de vuelta, sus ventas no sólo están creciendo, sino que se han acelerado año con año


  • 13
  • Abril
    2017

Recuerdo la primera vez que descargué un Disco Compacto en mi computadora. Lo introduje en el “drive”y mi sorpresa fue más que grata: todas las canciones comenzaron a acomodarse ordenadamente, complementadas con información detallada como nombre del autor, año de producción y, por supuesto, el nombre y duración de cada melodía. Tiempo después, pude incluso bajar la portada original del disco, que se acomodó en forma muy práctica a un extremo de la aplicación de iTunes. 

Era la primera vez que cruzaba por la ventana digital con mi música favorita. 

Poco a poco fui descargando toda mi colección de CDs; la complementé con muchas canciones más adquiridas en línea y con las de otros discos que algunos amigos me prestaron para ‘ripear’(descargar); amasé una fabulosa librería, con la que pude construir las más eclécticas listas de reproducción; y disfrutar la música en mi computadora, o llevarla conmigo en el entonces aún naciente iPod. 

¿Quién podía no dejarse seducir por la versatilidad de los MP3?, ¿quién podía no sucumbir ante la posibilidad de transportar sus canciones, ordenarlas y reproducirlas en las más caprichosas formas, con un dispositivo tan pequeño y placentero como el iPod; para escuchar lo que se quería escuchar en el momento en que uno lo quisiera; para experimentar con viejas y nuevas producciones, y explorar muchas piezas que hasta entonces, por falta de acceso, eran territorio desconocido? 

Parecía magia, pero era el inicio de una maldición. 

Fueron tantas las ventajas del formato MP3, que con su avasallador arribo no nos dimos cuenta de una pérdida fenomenal: la calidad en la reproducción se estaba yendo al suelo. ¡Vaya sacrificio! 

¡A quién no le gustan los chilaquiles! 

Son un espléndido platillo mexicano. El placer entra por la vista y se complementa con una siempre grata degustación. La salsa, un poco ácida, bien guisada con tomate, sal, ajo y algo de picante, servida sobre tortillas crujientes bien recortadas; todo coronado con crema, cebolla picada y queso; si se quiere, un poco de pollo deshebrado. 

¿Pero qué pasaría si todos esos ingredientes los metiéramos a una licuadora y los mezclásemos? 

El resultado sería seguramente una sustancia pastosa, quizá con un sabor no tan desagradable, pues contendría los mismos ingredientes. Pero ¿lo disfrutaríamos igual?, ¿se nos antojaría comerlo?, ¿nos sabría igual? 

Algo muy similar ocurre entre los Discos de Acetato, llamados también LP (del inglés “Long Play”, Larga Duración), y el MP3, que es un mero formato de compresión digital. 

El Disco de Acetato es una grabación de calidad pura, que permite escuchar la música como debe ser escuchada: sin distorsiones; con las tonalidades agudas y graves bien balanceadas, donde cada instrumento se escucha en la intensidad adecuada y no transpuesto sobre el otro; los “tracks”coexisten de forma armoniosa, sin mezclarse, sin contaminarse. 

Escuchar una canción en LP y después en MP3 nos dejará en claro, de inmediato, la increíble brecha de calidad que hay entre uno y otro formato. 

En un LP nos encontraremos con cosas que no sabíamos que nuestras canciones favoritas contenían o que simplemente no alcanzábamos a notar, porque ahora todo, o casi todo, lo escuchamos en MP3: coros, arreglos, segundas voces, sonidos que los artistas colocaron y los ingenieros acomodaron por alguna razón, logrando en muchos casos verdaderas obras maestras. En cambio, en un MP3, escucharemos todo revuelto, de forma tosca y cavernaria. Tendrá un sonido agudo y potente, pero nunca mejor. 

La compresión digital  ha sido fabulosa para trasladar la música logrando que ésta pese menos bits, pero en una calidad apenas “aceptable”, o mejor dicho sólo “escuchable”. 

Aunque los CDs, que también libran su propia batalla contra la extinción, ofrecen mayor calidad que el MP3, afloran sus desventajas frente al LP. Su sonido tiende a ser muy metálico y a privilegiar los tonos agudos. 

Hay algunas excelentes producciones en CD y, si se cuenta con un buen equipo de reproducción, no acabaremos decepcionados. Aun así, los LPs tienen una cualidad adicional: la oportunidad de revivir en muchos casos la música que más nos agrada tal como fue concebida. 

Incluso las nuevas producciones están saliendo cada vez con más frecuencia en su versión LP, pues muchos artistas se preocupan por el gran placer acústico que este añejo formato brinda a los amantes de la música. 

¿Nostalgia, gozo auditivo, ambos? 

El LP estuvo cerca de morir y quedó restringido a un diminuto mercado de nostálgicos y coleccionistas. Pero de unos años a la fecha ha recobrado vida. 

Resulta emocionante la posibilidad de adquirir la primera edición de algún álbum de los Beatles, Pink Floyd, los Doors o los Creedence. O bien de aquellos grupos, nacionales y extranjeros, que tanto nos gustaban cuando éramos jóvenes, ya sea en sus versiones locales u originales. 

Pero ante todo está el encanto de la música en su sentido más puro; el de gozar los acordes y estrofas nítidamente y sin alteraciones. 

Preferir los LPs no es una pose. Es simplemente un gusto por disfrutar mejor la música y revivir los momentos increíbles que el MP3 poco a poco nos arrebató. 

Los formatos digitales nos han brindado enormes comodidades. Spotify o Apple Music nos dan acceso a millones de canciones, pero son muchas más de las que podríamos escuchar, o quizás de las que quisiéramos escuchar. 

Estas aplicaciones nos abren la puerta a las más diversas y raras versiones de cualquier género y época musical. Pero en ningún caso vamos a apreciar nada con una gran calidad. 

Confirmaremos que el MP3 se escucha más fuerte, con gran potencia; que nuestros dispositivos tienen espacio para muchas canciones y listas de reproducción.  Pero también asentaremos la máxima aquella de que “cantidad no es sinónimo de calidad”. Los ingredientes estarán revueltos, nunca bien “guisados”y “presentados”. 

Para disfrutar los LPs no se necesita tener un oído muy desarrollado, sólo disposición de espantar la tétrica dinámica a la que nos marginó el MP3. Acumular mucha música o tener todas las canciones de un artista no nos permitirádisfrutarlo más; de lo que se trata es de vivir cada momento, no de acumular. 

Armándose para escuchar 

Para disfrutar los LPs hay que hacerse, primero, de un tornamesas y un amplificador; después, habrá tal vez que tomar por asalto la vieja colección de nuestros padres y desempolvar algunos de esos redondos tesoros, con ánimo de darles nueva vida. También podemos visitar las tiendas de discos viejos de acetato que aún sobreviven en la ciudad. 

Si hay presupuesto, encontraremos una gran variedad de LPs nuevos, llamados de 180 gramos, en algunas tiendas de música. Éstos son lanzamientos recientes a partir de producciones clásicas o bien de nuevas producciones. Uno puede encontrarse discos de Lady Gaga o Radiohead, junto a los de Queen, Iron Maiden y otros muchos artistas de épocas previas. El problema es que son muy caros. Y si a uno le interesan las producciones viejitas, con suerte podremos hallar versiones originales bien cuidadas y hasta más baratas que las nuevas. 

El LP no se va a morir nunca. Seguirá revitalizándose al amparo de los melómanos viejos y nuevos. Si en verdad nos gusta la música, si ésta es un alimento de nuestra vida y no sólo una herramienta de acompañamiento mientras hacemos otras cosas, conviene darle una nueva oportunidad a los LPs.  No nos defraudarán.







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