Salud

El ritmo de las plantas

Ellas son nuestro mejor maestro: viven el presente, se adaptan a lo que sucede a su alrededor y disfrutan sus procesos


  • 08
  • Noviembre
    2017

Todo en la vida está compuesto por ciclos. Por ritmos. Nuestros estados de ánimo, nuestras lágrimas, los latidos del corazón, nuestra respiración, los ríos, las flores, la tierra, la lluvia, la luna y el sol. Si entendemos esto, entendemos que todo es perfecto. Que todo es parte de algo más grande que está sucediendo. Justo en este momento. Una hermosa revolución rítmica, que nos mueve a todos en esta aventura a la que llamamos vida.

Todavía no entiendo en qué momento al ser humano se le olvidó que estábamos conectados con todo esto y empezó a crear su propio tiempo. Nos acostumbramos a vivir a toda velocidad. A despertarnos con prisa, a trabajar con prisa, a jugar (si es que jugamos) con prisa, hasta amamos con prisa. Todo en esta vida se ha vuelto instantáneo y desechable. La comida, las relaciones, las amistades, los proyectos, la ropa. Nos estamos enfocando en cantidad en lugar de calidad.

Ya no digo cosas más específicas como tener tu jardín o tu huerto en casa. Que ahora hasta prefieren tener naturaleza artificial para no batallar. Y yo me pregunto, ¿por qué tanta prisa?, ¿dónde quedó nuestra calidad de vida? Se nos pasan los años tan rápido, la vida se pasa en un segundo. Y todavía queremos acelerarla más. Y lo peor de todo es que nos está costando nuestra salud y nuestra felicidad por ir en contra de nuestro ritmo natural.

Nos hemos olvidado que pertenecemos a un mismo ritmo que todo lo demás. Que estamos conectados con cada ciclo que sucede a nuestro alrededor. Las cuatro estaciones, el día y la noche, los ciclos de la luna y, si eres mujer, tu ciclo menstrual. Todo en la vida está conformado por ciclos. Y a los humanos se nos olvida, se nos olvida que somos parte de todo. Queremos manipular el tiempo y los procesos.

Pienso que las plantas son nuestro mejor maestro. Ellas viven el presente. Se adaptan siempre a lo que sucede a su alrededor y viven una vida ‘slow’. 
Disfrutan sus procesos. Ellas no tienen miedo a fracasar, llegar tarde o de competir. Ellas saben que los tiempos del universo son perfectos y que todo llega en su determinado momento. Saben que hay primavera y también invierno. Saben que hay pérdidas, y también frutos, y así es, cada año, dejar ir y volver a recibir. Aceptan su edad, aceptan sus arrugas y su sabiduría conforme pasa el tiempo. Son seres que están tan conectados con sus sentidos, que son capaces de adaptarse a cualquier cambio climático desde mucho antes que suceda, y lo mejor de todo sin tener que moverse de lugar. Creo que vinimos a esta vida a sentir. Al igual que ellas. A disfrutar de cada cosa que nos sucede en la vida y saborearla al máximo.

Regresar a nuestro ritmo natural. Disfrutar cada mañana el sol que entra por la ventana, agradeciendo, al igual que las plantas, todos los nutrientes que nos regala. Sentir lo que verdaderamente quiere nuestro cuerpo. Darnos tiempos para oler, tocar, escuchar, bailar, reír y abrazar. Volver a llenar de hierbas nuestras cocinas, para olerlas, saborearlas, cocinar con ellas y que el cuerpo nos lo agradezca. Es momento de hacer un alto y poner atención a lo que está sucediendo.

Vemos tan normal esta desconexión que tenemos con las plantas, con los animales. Las usamos solo de decoración, y la verdad es que son mucho más que eso. Son nuestro reflejo, nuestros maestros.

Te invito, querido lector, a que te des el tiempo de bajar un poco el ritmo de tu vida y realmente escoger lo que es importante para ti. De saborear lo que sucede en tus días, de disfrutar la vida, la naturaleza, las plantas, la compañía, la familia y hasta tus proyectos. Pero sin prisa. Sin prisa de querer llegar a la meta, sino de realmente gozar cada momento. Ver a los ojos a los demás, escucharlos, abrazarlos, platicar con las plantas, reír con tu perro, comer delicioso a cada momento, sin prisas ni argumentos. Qué rica, la vida. Es hora de vivir nuestro ritmo real.


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