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Huyen disfrazados de perseguidores

Tras nueve mundiales los chacales siguen correteando la presa ilusoria


  • 14
  • Septiembre
    2018

A esta altura de mi vida tengo muchas certezas que me despiertan inconsolables dudas. En esta confusa claridad es que me interrogo sobre cosas que para muchos son evidentes.

Me pregunto, por ejemplo: ¿Qué es la ‘indignación burguesa’?, ¿quiénes ostentan la ‘supremacía ética’?, ¿quiénes son los ‘fiscales del universo’?, ¿quiénes son los ‘tatuadores de estigmas’?, ¿quiénes los guardianes del ‘reservorio moral?

Entonces enciendo la radio o el televisor o leo el periódico y las respuestas se desnudan como bestias en celo.

Provoca mucha ternura ver cómo aún, después de nueve Mundiales, los chacales corren detrás de la presa ilusoria que aplaca el hambre que no los deja dormir o peor aún, que no los deja soñar.

Puedo entender el cinismo en quienes cobran un sueldo para ejercerlo quizá como única herramienta disponible o porque así se lo ordenan y así obedecen, pero no quiero entenderlo en quienes hacen migajas de su tiempo regando las redes tecnológicas de pescados podridos que a nadie alimentan, dejando un olor nauseabundo que sólo da referencias de esos pescadores del odio.

¿De qué pueden acusar a quien nació condenado por la pobreza estructural? ¿Lo acusan tal vez de gambetear ese primer infierno? ¿O de hacer la jugada maestra para salir airoso del área chica de la vida, en la que casi todos terminamos fingiendo una ‘falta’ para burlar al ‘árbitro’ y sacar ventaja? ¿Quién porta el dedo acusador más largo del oeste?

¿Desde qué especie de ‘paraíso’ se paran para derramar tanto desprecio que les ha crecido como gusanos en las entrañas? ¿De qué se creen sanos? ¿De qué creen haberse curado? ¿De qué remedio hablan? ¿Qué sembraron en sus jardines?

¿Qué le exigen al mejor de todos en el campo de juego que no pueden exigirse a sí mismos entre sus cuatro paredes?

No es difícil descubrir de qué está hecho el escenario de los medios de comunicación y comprender la mecánica que los transforma en ‘hacedores de realidad’, en ‘guionistas del clamor popular’, en voceros de verdades a medias que disfrazan engaños a mitad de camino.

El misterio acontece mientras en el ídolo se identifican las clases que encienden radios y televisores y compran periódicos. Ya la magia se diluye, el faro encarnado en barrilete cósmico recoge el hilo de su luz y se va haciendo casi humano, entonces salen con sus perros a juntar la cizaña y los escombros para hacer una tumba del altar mediático que nadie pidió que levantaran.

Es así como acciona el dispositivo que permitimos funcionar. Les gusta que la tinta huela a sangre, los escualos vuelan en ese cielo dado vuelta de los dioses en retirada, acechan y comen, alimentan su manada y pagan sus cuentas.

“Vi a Diego correr por la orilla del mundo”, dijo Víctor Hugo Morales, un periodista que demostró en 1986 que se puede relatar una obra de arte, que es posible transformar un hecho deportivo en un emotivo hecho literario, que se puede ejercer con dignidad y buen gusto el derecho que todos tenemos a expresarnos sobre personas y sucesos, incluso cuando ignoramos absolutamente todo sobre ellos. (Con información de Jorge Guzmán)


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