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Ser porrista no es sólo ir a clases, aprender el deporte y regresar a casa; ser cheerleader significan horas de preparación física y mental, viajes, nuevos amigos, nuevas ciudades y un montón de aventuras


  • 17
  • Mayo
    2017

En la actualidad, la mayoría de los porristas no entrenan para “porrear” a otros equipos, se preparan para ir a competencias. Los equipos all star forman grupos para acudir a justas desde locales hasta internacionales, como Rinos, de Torreón, y Twisters, de Guadalajara.

Víctor Olivas, head coach de Rinos, me comentó que ellos compiten nacionalmente, viajan a Saltillo con todos sus equipos y traen algunos a Monterrey y van a Estado de México y hasta Mazatlán, por lo que al año recorren aproximadamente 2,400 kilómetros.

Los porristas de Twisters se topan con Rinos en México y Mazatlán y también compiten todos los años en Puerto Vallarta. Además, anualmente hacen un viaje internacional, eligen California o Texas, me explicó su entrenador, Juan Carlos Venegas. Con eso, los tapatíos recorren aproximadamente 4,000 kilómetros cada año para presentar sus mejores rutinas.

Muchos no entenderán cómo los atletas de este deporte invierten tantas horas en su gimnasio y muchas otras en el camino hacia sus competencias si sólo se presentan 2 minutos y 30 segundos, pero para nosotros los porristas, esos escasos minutos valen oro.

Ser porrista es tener la oportunidad de viajar con tu mamá desde los 3 años en categorías Mini, conocer nuevas ciudades y regresar a casa siendo campeón. Crecer, hacer tu primer viaje solo y sentir que eres muy grande, pero extrañar que tu familia pague los viáticos y hasta las licras que compraste en la tienda de la competencia.

Al viajar, tu equipo se vuelve tu familia y aprendes el valor de la responsabilidad, tolerancia y hasta la importancia del buen descanso antes de salir al mat. Tus entrenadores se vuelven locos en cada viaje, no duermen y andan detrás de todos los alumnos, tengan la edad que tengan; los odiamos por ser tan “gorrosos”, pero después del viaje los queremos un poquito más.

Viajar implica mucha concentración, esfuerzo físico, económico y mental, y claro, muchos pueden contar anécdotas de viajes que en su momento fueron las peores tragedias, pero ahora al recordarlas no paran de reír. ¿A quién no le ha pasado que su autobús se perdió y llegaron “raspando” a la competencia? ¿O quién no ha sufrido el estrés de que su vuelo se retrase y no sepas si vas a llegar a competir y saber que tu entrenador te dará la regañiza de tu vida?

Por otro lado, en cada viaje conocemos equipos nuevos de los que aprendemos sólo con ver su rutina, hacemos nuevos amigos y nuestro celular se llena de fotos.

Los porristas acostumbran intercambiar prendas como playeras con integrantes de otros equipos, y regresan a su hogar con varios moños nuevos para agrandar nuestra colección.

Esto es sólo un poquito de lo que es ser porrista, pero definitivamente es algo que se debe vivir.

¿Te ha pasado algo raro o gracioso con tu equipo? Mándame tus mejores anécdotas de porra a angelicapaezc@gmail.com y las mejores serán publicadas en las siguientes columnas.

¡Gracias por leerme, nos vemos el próximo miércoles!






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