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'¡Los toros dan todo!': Carlos Ricardo Arjona Tobías

Niño torero, novillero, promotor y empresario taurino, incansable emprendedor y comerciante que persiguió sus sueños, gracias a la fiesta brava se forjó como un ejemplar hombre de bien


  • 14
  • Septiembre
    2021

Vivir la vida con harta intensidad siempre persiguiendo sus sueños y anhelos de vida en el ámbito del mundo de los toros, le han permitido a Carlos Ricardo Arjona Tobías conquistar la cumbre personal como ser humano y, con ello, poder formar junto con Herlinda Barrera Salinas una hermosa familia cimentada en el amor de los valores y principios morales que inculcaron juntos a sus tres retoños, y que al paso del tiempo lo han colocado como un honrado y ejemplar “hombre de bien”.

De pequeño y por la cercanía de su hogar con la plaza de toros Guadalupe, Carlos Arjona, a los cinco años, aún sin saber leer, se aficionó a los toros, pues su padre Don Javier Arjona Arce, químico farmacéutico y dueño de una farmacia, compraba el periódico deportivo ‘Esto’, donde se publicaban fotos de toros y toreros que se prendieron en la ilusión del chavalillo.

En el año de 1965, época en que casi cada domingo había festejos, el barullo y la algarabía de la fiesta hicieron que el pequeño Carlos se diera habilidades para pegarse a las familias que llevaban a sus hijos a los toros para colarse con ellos y presenciar aquellas gestas heroicas entre el hombre y el toro.

Ya “envenenado”, por las tardes iba al coso para ver entrenar a los novilleros, donde conoció a la “flota del toro”, entre ellos a Eloy y David “El Vito” Cavazos, hijos del guarda plaza, con quienes comenzó a entrenar.

Lorenzo Sánchez tenía ropa de torear, y la magia del bordado envolvió al pequeño Carlos que cambió su guitarra y 100 pesos financiados por Doña Olivia Tobías Rodríguez, su madre, por un vestido de torear, rosa y blanco.

Sin antecedentes taurinos en su familia, sus padres lo dejaron formarse con aquel grupo de chavales, pensando que sería un juego que pronto terminaría, sin embargo, tiempo después Carlos debuta como becerrista en la misma plaza en la cuadrilla infantil formada por el propio Lorenzo y Gerardo Valdés Valdés “El Serranito”.

Don Alberto Balderas, propietario de la panadería La Española y vecino de Carlos, fue su primer maestro quien le instruyó la técnica. En ese tiempo, Rodolfo de la Cruz inicia una cuadrilla más sólida y mejor organizada con el licenciado Héctor Alejandro García Casas, que estaba conformada por “El Serranito”, Marco Antonio Ramírez, Javier Zúñiga y sus subalternos Carlos de la Cruz, Carlos Silva “El Cadis”, Juan González “El Greñas” y Mario Barboza como picador.

Luego de 28 festejos infantiles en tres años, el 17 de mayo de 1971 y con 15 años de edad, debuta de novillero con David Vito Cavazos y Alfredo Delgado “El Faroles” con una novillada de Golondrinas en la plaza Guadalupe, que registró un llenazo hasta las banderas, tocándole en suerte el novillo más hecho del encierro, al que le cortó la única oreja de la tarde.

Tras el éxito económico y para corresponder y estimular al debutante, el empresario Javier Abrego lo llevó a España, donde tuvo la oportunidad de presenciar el histórico debut en Las Ventas de su paisano Eloy Cavazos.

En su paso por las filas novilleriles, Arjona toreó ocho novilladas en la Guadalupe con mucho éxito, despidiéndose años después de la profesión en Reynosa en una novillada en la que alternó con Pedro Loredo, Carlos de la Cruz y Ernesto Belmont, con novillos de La Ronda.

El torero de estilo sevillano conectaba muy rápido con los tendidos por la desmedida afición y por lo introvertido de su naturaleza, que hicieron mella en la disciplina que exige la profesión, las distracciones y sus deseos de comerse al mundo, lo llevaron a probar suerte en Estados Unidos, donde encontró -además de un trabajo bien remunerado- un estilo de vida muy diferente y cómodo, lo que fue desvaneciendo su intención de ser torero.

Aunque su etapa como novillero fue muy corta, Arjona la vivió de una manera muy intensa, aunque el choque con la edad de la punzada lo desvió del mundo del toro, ese mismo mundo fue el que le ayudó a construir su carácter de emprendedor y comerciante.

Casó joven... y gracias al apoyo de su esposa Herlinda Barrera Salinas y a la disciplina, la constancia, el esfuerzo y el trabajo que forjaron a Arjona el carácter durante su paso como niño torero y novillero, le ayudaron para convertirse en comerciante mueblero, enfrentando con gran talante al difícil “toro del emprendimiento”.

Monclova, Monterrey y Saltillo fueron testigos de su introvertido paso como comerciante, que lo catapultó a base de trabajo y esfuerzo al éxito comercial, pero más allá de ello, al éxito más grande al que puede aspirar un ser humano, y con la invaluable ayuda de la mamá de sus hijos, lograron formar como personas de bien a sus retoños: Norma Yadira, Carlos Francisco y Luis Javier Arjona Barrera, que salieron tan taurinos como su nieta Norma Valeria, de 17 años.

Hoy, a una vida de distancia de aquellos infantiles sueños toreros, Carlos Arjona se encuentra agradecido con la fiesta de los toros porque:

“Es una gran escuela donde aprendí todo, aprendí a ser comerciante y ambicioso en buena lid para hacer de ti algo grande. Los toros representan toda mi vida, desde niño y hasta ahora me siguen dando grandes satisfacciones, vivencias y experiencias, el toro siempre da, el toro nunca quita, da dinero, da fama y da cornadas también. Por ello, la fiesta de los toros está llena de valores que, quieras o no quieras, irremediablemente te convierten en un auténtico hombre de bien”.


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