Muchos de ustedes saben que me he manifestado en contra de la reforma judicial y que la he criticado intensamente. No me gustó la forma ni la justificación que han manejado para desacreditar a este poder. He hablado de que se trata de una revancha: don Andrés, el hombre que dice no ser vengativo, y que con la mayoría aplastante avasallaron la Constitución para hacer los cambios al antojo de aquel que fue un líder social, cuyo resentimiento nos tiene hoy muy polarizados. Al final, esto que se está haciendo no resolverá el problema de la falta de justicia para los ciudadanos, desde mi perspectiva.
En mi visión, requerimos mejorar todo el sistema de procuración de justicia, desde las policías que actúan como primeros respondientes, que se cumpla con el debido proceso, que las carpetas se judicialicen correctamente para que los procesos penales puedan sostenerse y llegar a castigar a los responsables de los delitos, y que las liberaciones por carpetas mal integradas o detenciones ilegales dejen de ser motivo para pensar que son los jueces corruptos los que dejan libres a los bandidos. Si no se atiende este tema como una reforma integral, los nuevos jueces que se lleguen a elegir tendrán las mismas dificultades y seguirá existiendo el calificativo de “carrusel” con los detenidos.
Bien, pues, a pesar de mi oposición y de la esperanza que tuvimos en la corte, el cambio de opinión de un ministro hizo que quedara firme esta reforma, con todos sus defectos del procedimiento legislativo, y la naturaleza o esencia que plasmaron los constituyentes con las disposiciones pétreas. Todo lo pasaron por el arco, y hoy tenemos la obligación constitucional de votar por las personas que impartirán justicia.
Este proceso nuevo, complejo, del que no hay reglas muy claras, se supone que no intervienen los partidos políticos ni hay recursos para la promoción de las campañas, entre otras cosas. Aquí, en nuestro estado, tendremos seis boletas: desde ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, del Tribunal de Disciplina, de los magistrados electorales de la Sala Superior, magistrados regionales del TEPJF, magistrados de circuito, hasta jueces de distrito de las diferentes materias. Muchas boletas y más nombres.
Durante estos meses de campaña, hemos podido ver el interés de algunos perfiles que se muestran explicando sus anhelos de ser juzgadores, presentando sus hojas de vida y contando su experiencia en la profesión. Algunos perfiles son muy interesantes y vale la pena que lleguen a una posición importante.
Desafortunadamente, también se presentan como candidatos otros que, la verdad, debería darles vergüenza pedir el voto, sobre todo cuando entre sus antecedentes está la titulación en forma fraudulenta, con el pirateo de la tesis, y que, por medio de la fuerza bruta del poder, han callado a las instituciones que podían ratificar o rectificar el carácter de profesional del derecho.
Creo que lo que todos esperábamos era que se revocara ese título, y sin él no puede ser ministra ni ocupar otros cargos del Poder Judicial. No puedo mencionar el nombre, pero todo el mundo sabe quién es la “ministra pirata”, así que, por favor, ayuda a que no llegue gente con ese perfil a la Suprema Corte.
Entre las ministras que quieren repetir también está una lideresa de barrio que, por méritos familiares, fue elevada hasta la posición de ministra. La señora da pena, que ni leer sabe. Esa fidelidad al movimiento de revoltosos nos tiene con una miembro que es todo lo que no se ocupa al frente del órgano que debe ser garante del respeto al Estado de Derecho y de la Constitución.
Yo sí voy a ir y llevaré un apunte o auxilio para tratar de respetar a mis vecinos y tardarme lo menos posible al emitir mi sufragio. No me resulta muy fácil aprenderme todos los números de las personas a las que deseo otorgar mi confianza.
Te invito a que acudas y no dejes que otros decidan por ti. Si te quedas en casa, eso es cómodo, pero no expresas tu sentir, con todo y lo imperfecto del proceso electoral de esta ocasión.
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