Aprender necesariamente
En muchas ocasiones la vida nos lleva a crecer usando los problemas como oportunidades de cambio y desarrollo.
Indudablemente que la vida es un proceso plagado de sorpresas y aprendizajes, a veces aprendemos por las buenas, a veces por las malas y a veces por las peores, a mí, me tocó aprender por las malas en esta anécdota que quiero compartirles.
Sucedió hace aproximadamente ocho meses a cuando escribo esta historia, era una tarde en la que yo me dirigía a una empresa a impartir una de mis sesiones y cuando iba como a un kilómetro de mi casa, recordé que no llevaba cubrebocas y lo exigían en la empresa a donde iba.
Entonces me regresé por uno, consciente de que el tiempo se me iba reduciendo y como a mí no me agrada llegar tarde a ningún compromiso, me dirigí a la empresa a toda prisa.
De tal manera que al recoger el cubrebocas y dirigirme a la empresa tuve, para llegar a tiempo, que aumentar la velocidad de mi desplazamiento así que aceleré mi coche y al pasar por la salida de una colonia, el conductor de una camioneta se atravesó en el camino de manera súbita.
Él comentó después, que sólo volteó su vista al lado contrario de donde yo venía, y por eso aceleró, sin darse cuenta de que yo venía a unos cuantos metros y ya no alcancé a frenar, el impacto fue inevitable.
Mi coche se llevó la peor parte y en ese momento fue llevado a un taller donde sería reparado, entonces comenzó la historia, fueron seis meses de espera debido a inexistencia de piezas y múltiples promesas de entrega no cumplidas para poder tener nuevamente mi coche.
Hasta que, por fin, medio año después, mi carro estaba otra vez conmigo y retomé su uso. Pasaron solamente dos días después de que se me entregó cuando yendo por una avenida, un hombre de edad avanzada conduciendo su coche, invadió repentinamente el carril donde yo iba y presioné el claxon para avisarle de mi presencia, sólo para darme cuenta de que… ¡el claxon no funcionaba!
De tal manera que en ese momento llamé al taller y me dijeron que me avisarían cuando lo podrían revisar, mientras tanto, al ser mi coche un compacto biplaza, muy pequeño, era común que los automovilistas no lo vieran en las avenidas y se me atravesaran frecuentemente.
Entonces bajo esa condición me di cuenta de lo impaciente que era al querer presionar el claxon al menor retraso o invasión, también me di cuenta de lo importante que era conducir con total atención ya que en el momento menos pensado se me atravesaban y debía estar atento a maniobrar de la forma más asertiva posible.
Así que después de esta reparación inicial incompleta, sin claxon y con un coche diminuto, desarrollé en dos meses mi paciencia y mi atención mucho más de lo que las había desarrollado en años de experiencias cotidianas.
En esos momentos, donde pitar no era opción ni descuidarse tampoco, pude templar estas dos fortalezas de las que tanto hablo en mis cursos y que son indispensables para tener una mejor calidad de vida… ¿y mi coche?... al escribir esto, está el taller nuevamente reparándole el claxon, el cual, espero, usar lo menos posible.
Hasta el siguiente momento presente.