Las elecciones municipales llevadas a cabo el 9 de noviembre de 1988 tuvieron el índice de abstencionismo más alto de la década. Mientras que en 1982 votó el 48% de los electores regiomontanos, en 1985 tuvo un descenso considerable al 30%, y en la fecha referida disminuyó hasta el 29%. Veámoslo a continuación.
Una de las primeras impresiones sobre la jornada electoral la dio el secretario de Gobierno y presidente de la Comisión Estatal Electoral, José Natividad González Parás, quien destacó que los comicios locales habían transcurrido sin incidentes graves y con un significativo abstencionismo en todo el estado. Destacó que se habían instalado 1,663 casillas electorales en los 51 municipios de la entidad, a las que acudieron a votar 524,156 ciudadanos. Según un diario local, las quejas que les fueron reportadas giraron en torno a la violación del horario de inicio y cierre de casillas; presencia de porros; centrales obreras que interrumpieron; representantes sin material; representantes sin casillas, y casillas sin representantes.
Desde las 8:40 horas, un militante panista asignado al distrito 14 local reportó las primeras anormalidades en las casillas 43, 43 Bis I y Bis II de la colonia Florida, donde no había representantes de ningún partido a excepción del PAN, y las casillas no se habían instalado. En el fraccionamiento Buenos Aires, la casilla 54 fue ocupada por porros entre las 14:00 y 16:00 horas, sin permitir que los comicios se llevaran a cabo con tranquilidad, hostigando a quienes no votaban por el PRI. En la casilla 90 de la colonia Obrera no se permitió el acceso al representante del PAN, y el presidente de la casilla estuvo metiendo “tacos”. Mientras tanto, en la colonia Independencia, una de las principales fallas fue la falta de entrega de constancias a los representantes de casillas, lo que provocó una desorganización que demoró la apertura. La votación en carrusel se comprobó en la colonia Granja Sanitaria, cuando varias peseras acarrearon votantes para emitir sufragios en diferentes casillas. Un reportaje destacó que las agrupaciones transportistas de la CTM reclutaron en cuarteles a porros para movilizarlos a votar en las casillas en repetidas ocasiones, y recurrieron a la violencia para evitar evidencias sobre sus actividades.
El columnista Carlos Ortiz Gil, un día después, realizó una síntesis de lo sucedido durante esa jornada, en la que denunció las irregularidades cometidas por las autoridades electorales y los delitos cometidos por las agrupaciones del PRI principalmente sus centrales obreras. Al respecto, señaló que “el porrismo priista se había dado gusto golpeando a periodistas y a mujeres indefensas, o intimidando a la ciudadanía. A mansalva, no respetando la libertad de prensa ni tampoco la calidad femenina de dos que formaban parte del contingente de periodistas, el porrismo cetemista y el croquista hasta se robó el equipo de trabajo de nuestros colegas, y el grito de los apaches borrachos y drogados fue: “¡Quítenle la cámara, es una reportera palera!”.
En una entrevista a los medios, la panista Teresa García de Madero manifestó que exigiría la anulación de los comicios debido al gran número de irregularidades que se cometieron en todas las casillas. Acompañada de miembros de su partido, acudió a la Comisión Estatal Electoral a las 17:00 horas para protestar por el supuesto fraude. En contraste, el priista Sócrates Rizzo García fue proclamado vencedor de las elecciones por el delegado nacional del PRI, Joaquín Contreras Cantú, quien informó que hasta ese momento se había computado el 80% de las casillas, y su candidato resultaba ganador por un margen de dos a uno.
El 11 de noviembre de 1988, a las 11:00 horas, se reunió la Comisión Electoral Municipal, presidida por el Dr. Oliverio Tijerina Torres, la que calificó como válida la elección de Monterrey. El resultado del cómputo fue el siguiente: PRI, 106,719 votos; PAN, 56,670; Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, 336; Partido Popular Socialista, 686; Partido Mexicano Socialista, 1,477; y Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, 1,313. Por consiguiente, se declaró vencedor de los comicios locales al Partido Revolucionario Institucional. La tarde del 21 de noviembre, Sócrates Rizzo García recibió la constancia de mayoría que lo acreditaba como alcalde electo de Monterrey. Manifestó que todavía faltaba la resolución del Congreso estatal a los recursos de nulidad de elecciones interpuestos por los partidos de oposición, pero confiaba en que el fallo le sería favorable.
Después de haber tenido varias sesiones en las que se debatió la validez de las elecciones de algunos municipios metropolitanos —en las que hubo alteración del orden, personas golpeadas y detenidas—, en la del 23 de noviembre, la Comisión de Gobernación del Congreso del Estado consideró improcedente la demanda de nulidad de las elecciones de Monterrey, solicitada por el PAN. Defendió el dictamen Benjamín Reyes Retana, argumentando “defender el derecho, el imperio de la ley” y consideró cosa juzgada el caso de la inelegibilidad del candidato priista. La panista Consuelo Botello, por su parte, enumeró la enorme lista de irregularidades que, señaló, “modificaron sustancialmente el resultado de la elección”, y pidió abrir algunos de los paquetes electorales que estaban en poder del Congreso, propuesta que fue desechada. Finalmente, el dictamen se aprobó por mayoría, con 14 votos panistas en contra.
De esta manera, se tendió el camino para que Sócrates Rizzo asumiera la alcaldía regia para el periodo 1989-1991. El abstencionismo volvió a estar presente en unos comicios donde el régimen exhibió su autoritarismo y desaseo en el proceso electoral, y la oposición, su ineficacia como agente de cambio y aglutinadora de la voluntad popular.
