Opinión

Dar razones de nuestra esperanza

Dar razones de nuestra esperanza

La fe es un don de Dios que nos ayuda a creer en él. No basta la información sobre la fe. Puedo saber mucho sobre la religión, pero inútilmente si no está unida a un compromiso real en mi vida. La fe exige un compromiso para vivir lo que conocemos. Y esto cuesta trabajo. Hay gente que sabe mucho de la religión, pero viven de espaldas a ella. En cambio, hay gente que saben poco de la religión, pero viven plenamente lo que conocen. El beneficio más grande de un buen cristiano es haber logrado estar cerca de Dios y ser consecuentes en la vida. Es verdad que debemos preocuparnos de conocer bien nuestra fe, como nos recomienda San Pedro, consciente de que muchos cristianos no compartían la fe, les pide dar razones de su esperanza; no obstante, los sufrimientos y persecuciones que esto implicaba. Y no menos importante es el ser consecuentes con lo que conocemos.

Después de la Resurrección, Jesús permanece con nosotros, está en medio de nosotros... pero su manifestación se realiza de tal manera que sólo la pueden percibir aquellos que están unidos con Él por la fe y el amor, lo cual implica amar a Dios y conservar celosamente su Palabra; es decir, cumplir su Palabra. De este modo se puede percibir la presencia del Señor Resucitado y glorificado, que no sólo reina en el cielo, sino que está en nuestro corazón.

Sabemos muy bien que Dios está presente en todas partes, en toda la creación... y particularmente en cada hombre... y especialmente en el hombre creyente... Está presente en la Iglesia, en los Sacramentos, y de modo especial en la Eucaristía; está presente cuando leemos la Escritura, cuando oramos...está presente en el pobre y el necesitado; en la prueba. Todas estas son múltiples presencias...pero sólo con ojos de fe es posible captarlo... y esto es concedido a los que aman al Señor y conservan su Palabra, sólo así podremos dar razones al mundo actual de la esperanza que vivimos.

Quien cree en Jesús y lo ama, es a su vez amado y habitado por Jesús, que viene a nosotros con el Padre y el Espíritu Santo, que es llamado en el Evangelio de hoy: Paráclito, que en griego significa el que ha sido llamado para estar al lado, el amigo, compañero, defensor, ayuda... “El Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho”...

En medio de un mundo en el que todo parece cambiar, y no siempre para bien, en el que lo que antes era malo ahora parece ser bueno; en el que cada uno pretende tener su propia verdad, cuando no se ha directamente renunciado a la búsqueda o al reconocimiento de la verdad; en el que la libertad es muchas veces pretexto para desenfrenos de toda clase; en el que los valores son relativizados o negados, la Iglesia, como atenta y obediente discípula, cuenta con un Maestro que, entre los avatares de la historia, nos lleva hacia la plenitud de la verdad. Jesús nos fortalece para dar a este mundo una respuesta llena de esperanza, llena de fe, llena de consuelo. Es un gran beneficio estar cerca de Dios, más de lo que pensamos, no perdemos nada y ganamos mucho. Que el Evangelio de hoy nos ayude a reflexionar sobre la importancia de fortalecer nuestra fe, una fe que es fruto y don de un amor desmedido por parte de Dios hacia cada uno de nosotros.

Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, ruega por nosotros.

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