El bambú
No conocemos todas nuestras fortalezas hasta que la vida nos confronta con situaciones donde necesitamos emplear todos nuestros recursos.
Cuando doy mis cursos de mindfulness siempre me llevo hermosas sorpresas porque llegan al curso seres humanos maravillosos, deseosos de dejar de sufrir, cansados de vivir atenazados por la ansiedad, abrumados por la depresión, consumidos por el estrés y ante esas experiencias de crisis, para salir adelante requieren sacar sus mejores recursos y es increíble lo que podemos hacer los seres humanos si nos lo proponemos.
Por lo que suelo compartir a mis estudiantes una frase de mi maestro Jon Kabat Zinn que dice: “Practica mindfulness lo más sinceramente que puedas como si tu vida dependiera de ello, porque lo cierto es que en más de un sentido, de ello depende”.
Sin embargo, los beneficios del mindfulness en algunas ocasiones son esquivos, son cambios tan profundos como sutiles, en muchas ocasiones no nos damos cuenta como esta fortaleza se va desarrollando en nosotros.
Pero, como suelo mencionarlo también, hasta las personas más escépticas se benefician si practican los ejercicios y muchas veces agrego en broma: Incluso si apuestas que no cambiarás y practicas, si eres honesto, pagarás la apuesta.
Por lo que es muy importante considerar que cada práctica de mindfulness va generando en nosotros cada vez más fortalezas, pero en muchas ocasiones no las notamos hasta que las necesitamos.
Recuerdo a una terapeuta que tomando el curso conmigo comentó que le llamaron en la madrugada para avisarle que su esposo se había volcado en la carretera y dijo: “En ese momento, respire, me enfoque en mi cuerpo y mantuve un equilibrio que jamás había tenido, antes del mindfulness… me hubiese puesto histérica ante la noticia”.
Y luego agregó: “¡Nunca pensé que fuese capaz de lograr eso!”. Por lo que aprender mindfulness es como el bambú japonés, el cual se siembra y se le riega todos los días sin que asome ningún brote durante largos siete años, y después de esos siete años crece treinta metros en seis meses.
La pregunta es: ¿se tardó siete años y seis meses en crecer? La respuesta es no: los primeros siete años creció hacia adentro, sin ese crecimiento interno no hubiese tolerado el crecimiento exterior y se hubiese derrumbado ante la primera ventisca.
De la misma forma, practicar mindfulness es una disciplina que requiere paciencia, perseverancia, humildad y aunque creamos que no nos está transformando, por supuesto que lo está haciendo, pero de una forma que no vemos en el exterior, sino que está creciendo internamente para cuando venga una tormenta en nuestra vida, podamos sortearla de manera firme sin rompernos en el proceso.
Hasta el siguiente momento presente.