El huerto
El huerto
Si no trabajamos en nuestro desarrollo interior quedaremos a la deriva cuando las tormentas de la vida nos azoten.
He sido bendecido al conocer en mi vida a personas maravillosas, personas que me han enseñado cómo trabajar para desarrollarme interiormente, muchas de estas personas las he “conocido” sólo por medio de sus libros.
Pero algunos más he tenido la gran fortuna de conocerlos en persona y he podido constatar su grandeza desde una profunda conexión empática que hemos logrado, donde la división entre el uno y el otro se disuelven en una armonía profunda al fluir en el momento presente.
Tengo la plena convicción de que lo que dice una frase es cierta: “cuando el alumno está listo, el maestro aparece” y fue precisamente como a mi me sucedió.
Recuerdo que cuando yo estudié mindfulness en el Instituto Mexicano de Mindfulness me sentí con el suficiente conocimiento teórico y técnicas adecuadas para poderlo enseñar, pero también recuerdo que algo me faltaba para sentirme totalmente seguro de lo que enseñaba y por ello fui a un curso que impartían en Veracruz.
Al estar ahí, el maestro que daba ese curso me preguntó si conocía al maestro Fernando de Torrijos a lo que contesté que no, entonces me dijo: ‘Si no conoces al maestro Fernando, no conoces el mindfulness’.
Ese comentario reverberó mucho tiempo en mi mente hasta el grado que me hizo emprender un viaje para tomar un curso con este maestro en Tarragona, España y al momento de conocerlo, al estar en su entrenamiento nos recitó un poema de Antonio Machado que decía así:
“Llamó a mi corazón, un claro día
Con perfume de jazmín, el viento:
A cambio de este aroma,
Todo el aroma de tus rosas quiero.
No tengo rosas; flores en mi jardín no hay ya; todas han muerto.
Me llevaré los llantos de las fuentes, las hojas amarillas y los mustios pétalos.
Y el viento huyó… mi corazón sangraba…
Alma ¿Qué has hecho de tu pobre huerto?”
Mientras escuchaba este poema en labios de mi maestro, las lágrimas me brotaron de forma espontánea, me pude identificar claramente con un jardín interior lleno de malezas que estaba tratando de limpiar y que aún no lo conseguía.
Fueron diez días de intensa practica y recogimiento en aquel hermoso monasterio de Poblet, donde seres humanos maravillosos también en la búsqueda de una luz interior, practicaban y reflexionaban para limpiar su huerto, ese huerto interior que todos tenemos y que muchas, pero muchas veces descuidamos, y que esperamos que otros vengan a nosotros para hacer la limpieza que sólo a nosotros nos toca hacer.
Con ese huerto interior todos nacemos como dice Fernando y en el crece lo que nosotros sembremos, si sembramos envidia, celos, resentimiento, ira, apatía, eso crecerá, floreciendo en nuestra vida el sufrimiento, pero si sembramos amor, perdón, gratitud, confianza, paciencia, compasión, sabiduría, eso crecerá, floreciendo en nuestra vida la felicidad genuina.
Y tú… ¿Qué estás sembrando en tu huerto? Hasta el siguiente momento presente.