El ‘ismo’
El ‘ismo’
Más allá de poder jactarse de pertenecer a una sociedad civilizada, quienes por cualquier actividad tienen que dirigir sus pasos hacia el Centro de Monterrey, podrán observar una dantesca y vergonzosa exposición en diferentes grados, escalas y niveles del “ismo”, aplicada ésta en los términos del machismo, el feminismo, el vandalismo, el terrorismo y el valemadrismo de quienes según la función de sus actividades han manifestado la propia naturaleza de sus incapacidades, mismas que dejaron una deleznable huella que como un tsunami plasmó en aerosol y destrozos su constancia en las paredes, aparadores, fachadas, monumentos, banquetas y vidrios que encontraron al paso de la colérica manifestación del Día Internacional de la Mujer, conocida también como el 8M.
Y sin querer revictimizar a quienes han caído en la desgracia de experimentar la violencia de género, en principio hay que reconocer que el tema es sumamente espinoso por la delicada piel mediática y sensible de quienes enarbolando, algunos de forma genuina y otros de manera oportunista la bandera feminista, no aguantan la crítica para justificar sus actos con la razón que dio origen a sus movimientos: la injusticia de ser víctimas del acoso, la inseguridad, la incertidumbre y ahora en la actualidad, las desapariciones con olor a muerte frente a la indiferencia de una sociedad que no reconoce la naturaleza humana de la mujer, sus bondades y virtudes y que tradicional e históricamente ha potencializado el machismo que, en la actualidad, ha escalado a su máxima expresión.
Ciertamente debemos reconocer el agravio del género histórico de la que ha sido víctima la mujer y no menospreciar la importancia de ellas en el desarrollo de la humanidad pues, sencillamente, sin ellas la humanidad no existiera y quien no reconozca lo anterior probablemente nació de una piedra y con seguridad, me habrá de perdonar la expresión, estimado lector, no tuvo madre.
Sabiendo que lo anterior no puede ser cierto, otro “ismo”, el del valemadrismo, impera de forma rampante no sólo en la cultura urbana de nuestras sociedades sino también en las entrañas de la propia autoridad gubernamental, que ante el incremento constante de hechos violentos en contra de ellas se hace cada vez más evidente su incapacidad de ofrecer las más mínimas garantías de seguridad para ellas, amén de manejar a su antojo la aplicación pareja de la ley, respetarla y hacerla cumplir, como lo marcan sus atribuciones constitucionales.
Y es que, ciertamente, hay conductas en contra de las mujeres que ya no deben ni pueden ser toleradas, pero también hay conductas o “políticas” gubernamentales que no deben de ser avaladas con el desdén social de aquellos que por fortuna o por suerte hasta hoy no han sido víctimas directas de los agravios de género en contra de la mujer.
La explosión manifestada el 8M por el reclamo genuino del feminismo derivó en otros “ismos”, los del vandalismo y, eventualmente, el terrorismo que puso en peligro la vida de muchas personas inocentes y que en la impotencia de ver que nadie hace nada en favor de ellas les da la fuerza de abrir un gran abanico de argumentos en su razón de manifestarse, que. sin embargo, ninguno de éstos justifica las formas de haberlo hecho de forma violenta, como quedó constancia en los edificios públicos y privados que circunstancialmente estaban a su paso.
La incapacidad o valemadrismo de la autoridad para prevenir con estrategia y diligencia, sin provocar, sino disuadiendo el enfrentamiento para evitar los cuantiosos daños ocasionados a las propiedades de la iniciativa privada y del gobierno, más la misma incapacidad o valemadrismo del propio gobierno para proteger la integridad y brindar una seguridad efectiva a la mujer, base, sustento y pilar de los legítimos reclamos feministas, hacen pensar mucho más allá en otro “ismo”, el del oportunismo político que ve en cada problema una oportunidad de negocio para tomar del presupuesto una solución y no precisamente para ofrecer, resultados satisfactorios a las necesidades de la población.
Y si no me cree, estimado lector, dígame usted para qué sirven las millonarias inversiones en rentas, (que bien pudieran ser de vallas como lo son para los escenarios y templetes de las pachangas) compra de equipamiento, adiestramiento, formación y sueldos de policías, si no se puede garantizar de manera general y básica la seguridad y la vida de las personas, la integridad de sus bienes e inmuebles para poder respirar la atmósfera de paz social tan esperada y tan prometida en otros tiempos cuando eran candidatos, por los que hoy son, a la vista de todos, autoridades ineficaces.
Por hoy es todo, medite lo que le platico, estimado lector, esperando que el de hoy sea un hermoso inicio de semana, por favor cuídese y ame a los suyos; me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco con sus palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos aquí el próximo lunes.