El trigo
El trigo
Para desarrollarnos profundamente no hay atajos, cada esfuerzo, cada lucha nos va robusteciendo para llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos.
Recuerdo frecuentemente la frase de mi maestro Fernando de Torrijos: “La vida es hermosa, pero no es fácil”, y cuanta razón tiene para mí esa frase. Desde hace años tengo el hábito de dedicar un tiempo a la semana a detener toda actividad y sentarme a reflexionar sobre el proceso de mi vida, con la intención de replantearme mis prioridades y reforzar mi convicción de que todo esfuerzo por ser alguien mejor y por ayudar a los demás vale sobradamente la pena.
Esos momentos donde me siento, ya sea con una taza de té o simplemente con un vaso de agua fresca, son para mí muy valiosos, y cuando comienzo a recordar momentos de mi vida, inevitablemente surgen recuerdos de situaciones adversas que han dejado en mi una huella que me sigue recordando que cada paso, cada esfuerzo viene de una experiencia dura que he tenido que superar y me motiva para seguir adelante y reafirmar la frase: “La vida es hermosa, pero no es fácil”.
Y ciertamente soy un firme creyente de que sin fricción no hay crecimiento, que he sido bendecido para tener hasta el momento las adversidades sólo necesarias para poder crecer y desarrollarme y para tratar de seguir aprendiendo para dar mis mejores frutos.
Cuando pienso en la necesidad de esforzarnos para fortalecernos, recuerdo el cuento donde un anciano campesino, cansado de perder cosechas por las inclemencias del tiempo, decidió un día hablar con Dios, reclamándole tanto esfuerzo, que muchas veces era en vano y le dijo:
-Dios mío, por favor, déjame sólo un año encargarme del clima para que crezca mejor el trigo, yo soy un experto en esto, sé más que tu de cosechas.
Ante esta petición, Dios le contestó: - De acuerdo encárgate este año de la cosecha yo te daré el clima que me pidas.
Entonces el campesino comenzó a hacer que lloviera sólo lo necesario, sol, sólo el necesario, temperatura la que él sentía era la ideal y al término de un año, crecieron grandes espigas cargadas de grandes granos de trigo y el campesino le dijo muy contento a Dios:
-Ya lo ves, te dije que haría crecer grandes granos de trigo.
A lo que Dios contestó, sí, son grandes, pero ábrelos para que los revises.
Ante este comentario, el campesino abrió un grano y estaba… ¡vacío!
- ¿Qué ha sucedido?
A lo que Dios le contestó, lo que pasa es que, sin esfuerzo, sin vientos que azoten, lluvias que inunden, sol que abrace, el trigo no se fortaleció, se lo pusiste todo tan fácil, que ha crecido vacío.
Por lo que es muy importante valorar cada esfuerzo y cada tropiezo porque si sabemos aprender de ellos, nos estarán forjando para tener la fuerza de enfrentar vientos y tempestades y salir airosos en la vida.
Hasta el siguiente momento presente.