Opinión

Facebook, Twitter; las redes de las groserías

Facebook, Twitter; las redes de las groserías

Ayer un lector mío me insultó en mi WhatsApp porque no le supe decir si AHMSA se iba o no a vender. Yo especulé que sí se vendería al cabo de dos semanas, mismas que ya se cumplieron. ¿Por qué no se vendió la empresa de Ancira? No se, pero les garantizo que no fue por culpa mía.

En fin, a lo que voy es que las efímeras discusiones polarizantes en Facebook e Instagram está provocando un fenómeno de bloqueo mental entre los usuarios digitales. 

Todo tiene que argumentarse ahora de forma literal y a lo bruto.

Por eso hoy el insulto se cree ingenioso, la ofensa se disfraza de chistosa o simplemente se recurre a la descalificación personal para terminar discusiones incómodas en una sociedad polarizada. 

Si te digo que eres un “vendido”, un “farsante”, no te estoy insultando: te estoy haciendo una crítica que debes aceptar a la fuerza.

¿Se da cuenta el lector de tamaña estupidez? 

Facebook y Twitter, por ejemplo, están diseñado para meter bajo la alfombra cualquier debate y privilegiar los reduccionismos. 

¿Ejemplo? Trate quién me lee de seguir debajo de un post de Facebook cualquier hilo de conversación con réplica y contra-réplica. Le garantizo que no lo hallará.

El algoritmo de Facebook te desordena tus argumentos y contra-argumentos, tus réplicas y contra-réplicas revolviéndolas intencionalmente. 

No hay secuencia en ninguna conversación sino comentarios aislados; islas, no avenidas.

Descendemos a la vulgaridad y lo burdo, obligando a los usuarios a replegarse tóxicamente en sí mismos. 

La sutileza (que no tendría por qué implicar que no asumiéramos posiciones personales firmes), está en vías de extinción al menos en este entorno digital de pulgares arriba, corazoncitos y caritas rojas. 

Aunque ahora, por cierto, están más de moda los stickers que los emoticones. 

¿Estamos los usuarios de redes contribuyendo a cancelar cualquier debate o a insultar como único recurso para argumentar? 

¿Qué tanto somos cómplices de esta infantilización del debate? Meditémoslo cada uno de nosotros. Por lo pronto, le contesto al lector que me insultó: “la tuya”.


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