Opinión

‘La ambición, el poder y la codicia…’

‘La ambición, el poder y la codicia…’

El día que yo muera (que espero que sea dentro de mucho tiempo), para ganarme un lugar en el cielo creo que tendría que llegar mintiendo de una manera más dramática que el mismísimo José Alfredo cuando dijo: “Y si quieren saber de mi pasado… es preciso decir otra mentira…les diré que llegué de un mundo raro…. Que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca he llorado…”.

Pero seguro estoy que San Pedro (no el de Miguel, sino el bueno, el apóstol), no me la van a creer, es más, peligro y hasta se espante al abrir mi pasaporte pensando que llegué para “pedirle piso”, por la sencilla razón que provengo, eso sí, a mucho orgullo, de México.

Y es que en nuestro otrora glorioso país y no solo él, sino casi el mundo entero, ha sido invadido por una rara mutación producto de la unión entre la ambición, el poder y la codicia que nos hace ver un panorama más feo que los remiendos de Frankenstein y que viene arrasado a su paso, la esencia misma de la vida: los valores sociales, morales, cívicos, culturales y emocionales de sus habitantes.

No es mi costumbre mentir, pero sólo se muere una vez en la vida y si es necesario hacerlo cuando me toque atender el llamado celestial, créanme que no lo haré diciendo que llegué de un mundo raro, diré la verdad, diré que vengo de un mundo feo, horriiiiiible como diría el Longe Moco, donde el futuro de nuestros destinos está depositado en manos de quienes deciden en la política, en los gobiernos y en las administraciones invadidas de esa rara mutación que les da, a esos que se sientan en el poder y se transforman.

Actualmente vivimos en una sociedad más que heterogénea, revuelta, donde hay de todo como en botica, donde cada “chango se trepa a su mecate” y en donde, de manera general, los valores como el honor, la honestidad, el respeto y las buenas costumbres se han ido diluyendo conforme nos defendemos de las arbitrariedades consecuentes de esa mutación aderezada de insensibilidad, que les da a quienes administran nuestras comunidades y por consecuencia nuestros destinos.

Hoy las cosas han cambiado radicalmente, el pueblo carece de auténticos líderes políticos, religiosos, sociales, culturales, deportivos, aunque eso sí, no de “autoridades”, es más, tenemos hasta de más, pues como ejemplo, el solo hecho de contar con una fiscalía especializada contra la corrupción y en donde los señalados son y fueron en su momento del mismo “club” de nuestras propias “autoridades”, que gozan de una impune libertad, deja en claro el tipo y la clase de roedores políticos que elegimos para nuestros gobiernos.

¡Hombre! “La Polecía Monasterial antes Jodicía Policial”, el agente del “Misterio Público”, “la Torturaduría”, “la Recontraloría”, “La Fiscalía Espacial” y hasta “El Santo, el Cavernario, Blue Demon y el Buldog” junto con el Chapulín Colorado serían capaces de investigar para el gobierno en el entramado corrupto de las redes de poder y no encontrar absolutamente nada.

Y es aquí donde me pongo a pensar en mis abuelos, en los padres de mis abuelos y en los abuelos de mis abuelos, y en todos aquellos que vivieron en las épocas de la revolución y que ofrendaron su vida a causa de sus ideales de libertad para ofrecer a sus hijos y todos sus descendientes, un México mejor, ¿qué se pensarían de todo esto?

¿Qué legado les vamos a dejar a nuestros hijos de nuestro amor hacia México? Qué nacionalismo les estamos inculcando y dejando a las nuevas generaciones con nuestro ejemplo?

La verdad es que lo que estamos dejando es un sentimiento herido porque en las realidades determinantes de nuestro entorno, como son los valores sociales del honor, los valores morales de la honestidad, los valores cívicos como el respeto y los valores culturales como las buenas costumbres para la vida, esos, dejamos que nos lleguen por el smartphone y las redes sociales.

Al final de cuentas, estimado lector, somos habitantes de un mundo más que raro, un mundo feo y enfermo donde, me queda claro, la esperanza de cambiarlo, curarlo y hacerlo bello está en usted y en mí; es decir, en nosotros mismos, jalando parejo en una misma dirección para hacer de nuestro país, un mejor México para nuestros hijos.

Espero poder lograrlo junto con Usted antes de que le veamos las barbas a San Pedro y le tengamos que cantar por culpa de la ambición, el poder y la codicia de nuestros políticos: “… les diré que llegué de un mundo raro… Que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca he llorado…”.

Por hoy es todo, medite lo que le platico, estimado lector, esperando que el de hoy sea un reflexivo inicio de semana, por favor cuídese y ame a los suyos; me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco con sus palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos, Dios mediante, aquí el próximo lunes.


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