Opinión

La debilidad y fugacidad del dato

La debilidad y fugacidad del dato

1. De niños pensábamos que una persona inteligente era quien se aprendía las cosas de memoria. Teníamos compañeros macheteros que confirmaban esa certeza, pues obtenías las mejores calificaciones. Con el paso del tiempo entendimos que no. La inteligencia es una facultad más amplia, pues aprende, entiende, razona, toma decisiones y se planta de una manera específica frente a la realidad. Para potenciar estas capacidades se necesita información, y seremos más inteligentes mientras mejor sinteticemos todos los datos que tenemos a disposición.

2. Pues pareciera que tampoco. Día a día sufrimos una vorágine informativa que nos impide ese proceso sintetizador. Además de que los noticiarios televisivos y la prensa escrita han crecido en forma exponencial, las redes sociales se insertan en este torrente noticioso, haciéndolo aún más caudaloso. Si se afirma que necesitamos datos duros para formarnos un juicio sobre un acontecimiento o personas, y poder opinar con cierta autoridad, tales fenómenos son cada vez menos sólidos y, por lo mismo, permanentes: son débiles y fugaces.

3. Si antes decir: “lo leí en el periódico”, “lo escuché en la radio” o “lo vi en la televisión”, eran argumentos suficientes para sostener una conversación con el sentido de superioridad de quien siente tener los pelos de la burra en la mano, como coloquialmente decimos, hoy ya no es posible. Las fake news son cada vez más frecuentes, y los magnates de empresa y gobernantes de toda índole ya no sólo necesitan un vocero, que explique el pensamiento del líder, sino de un desmentidor oficial, que descalifique las falsedades vertidas en contra de él o de la institución.

4. Pero si los datos disponibles están sujetos a la falsificación, los en verdad reales se ven afectados por la rapidez con la que desaparecen o, al menos, se les guarda en el cajón de la indiferencia y el olvido. ¿Qué pasó con la ministra acusada de doble plagio? ¿Con los autores intelectuales del atentado contra Ciro Gómez Leyva? ¿Con los asesinos del Chueco, que victimó a los dos jesuitas y al guía de turistas? Nada. La vida transcurre como si lo sucedido no importara, y la supuesta plagiaria y los delincuentes siguen ejerciendo sus respectivos oficios.

5. Pero, además de que en esos casos estamos ante la clásica inoperatividad interesada de la justicia mexicana, asistimos a un remolino noticioso con períodos de duración cada vez más cortos, y soportar el paso de la tormenta -que sucederá pronto- pareciera la estrategia de quienes se someten al escrutinio público. Por más escandalosas que sean las notas periodísticas, de espectáculos, deportes, religión o política, en cuestión de un día o dos desaparecen del imaginario mediático. Discernir en medio de esta avalancha se ha convertido en una tarea casi imposible.

6. Datos débiles y fugaces, paradójicamente, impiden ser asimilados por razones contrarias. Su languidez no nos permite meterle el diente para saborear todo su contenido, pues se diluyen como un líquido incapaz de ser aquilatado, y su caducidad instantánea no nos facilita retener elementos que serían propios de reflexiones posteriores. ¿Estamos condenados a la precariedad de unos hechos tan blandos y efímeros que se alejan de nuestras manos antes de ni siquiera poderlos tomar? No. No permitamos que la realidad se debilite y se escape.

7. Cierre icónico. Ayer recibió Elena Poniatowska la medalla Belisario Domínguez, entregada por el Senado de la República. El Presidente no asistió argumentando que no quería exponer su investidura institucional, por las esperables críticas que puedan verterse en su contra. Al Papa lo entrevistan –aparece en Amen. Francisco responde– 10 jóvenes de las más diversas corrientes ideológicas y religiosas, y le hacen preguntas sobre el aborto, la diversidad sexual y la pederastia clerical. No tuvo miedo al reto. Lo enfrentó con categoría. Dos estilos de liderazgo diferentes, ¿verdad?

papacomeister@gmail.com


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