Miedo y poder
Segundo parte
Reflexiones sobre miedo y poder basadas en la película Apocalypto, por Alberto Retamar (bit.ly/3LWFG1c).
El “temor” es un “miedo menor”, una inquietud que se mantiene como una alerta sobre la ocurrencia de ciertos sucesos, permite afrontar pensamientos y sentimientos o al menos tenerlos en cuenta. En el otro extremo está el “terror”, cuando hay una total indefensión, cuando no hay ni un pensamiento útil, sentimiento que reconforte o acción posible frente a la inevitable situación. La escena de Apocalypto donde suceden los sacrificios es la más significativa, se nota tanto el estupor y el horror como la resignación.
Los temores nos paralizan o nos impulsan. Todo depende del contexto, de los apoyos y de la confianza compartida. Poseemos, por constitución subjetiva, mecanismos que nos sirven para “apaciguar” o “remediar” nuestros miedos pero, también, podemos aprender de ellos. Podemos proyectarlos en otros como sacándolos de encima, remitirlos al estrés o solaparlos con las enfermedades, disimularlos de alguna forma y, mientras tanto, intentar trascenderlos. O sea, a medida que vamos logrando detenernos o movernos por otras causas, desde otras instancias culturales, podremos encontrarnos más sueltos o potenciados para asumir cambios o prever accidentes. Por lo tanto, esta “función de detención o motivación”, que acá le atribuimos inicialmente al miedo, puede ir desplazándose, hasta quedar este mismo pospuesto o reservado, como recurso y expresión, para los casos extremos.
Es decir, si se trata de vivir intensamente o de liberarse de aquello que angustia, luego de calmar ansiedades y atravesar alguna que otra crisis, estos miedos se disiparían en la medida que “se les van poniendo palabras” o ensayando aprendizajes y mejores acciones.
Claro que “tomar la palabra” o “encausar las acciones” no es fácil ni tan espontáneo como se cree. Pero esta es la posibilidad que otorga el hecho de ser portavoces, de “poder decir” algo acerca de lo que ocurre mientras hablo de lo que me pasa y comparto mis reflexiones.
Subjetivamente, es una “maniobra” necesaria. Si no, cuando el silencio y la represión calan hondo, el sujeto se resiente o ve mutilada su vida. Al no poderse efectuar esta “maniobra”, tarde o temprano, se notará que algo feo o insoportable ocurre. Aunque es casi inevitable llegar a sentir tal cosa, por los mismos avatares que nos impone la vida. Entonces, de ahí en más, lo que verdaderamente cuenta es la oportunidad para ejercitar una elección. No me refiero a las circunstancias y decisiones que nos llevan a tales estados, sino a momentos en nuestra vida donde todo se juega como si estuviéramos al límite, viviendo la incertidumbre de la impotencia de no poder seguir ni retroceder.
En Apocalypto, la persecución toma otros matices cuando Garra Jaguar se afianza fortalecido por su identidad de cazador, sobrevivir en el bosque significa un gran legado en su cultura. Ya no tiene miedo de seguir, ahora está en su territorio y, en vez de huir, elige enfrentar a sus adversarios.
Básicamente, estas elecciones tienen que ver con acomodar la vida en términos de “poder” y de “confianza”. Su finalidad es la disponibilidad de energía para cederla en aras de controlar o dominar situaciones.
Los miedos están tan naturalizados o internalizados que casi nadie los ve como recursos, como medios necesarios para el afrontamiento del devenir y el desarrollo afectivo. Tal saber, vuelto evidente, brindaría una confianza que ayudaría enormemente a revitalizar la subjetividad que se necesita. Tal vez, partiendo de un discurso compartido, casi estéril, hasta llegar a un diálogo generativo, que otorgue perspectivas más vitales o ideas innovadoras. Esto es lo que habitualmente se denomina “socialización”, exponer y disponer las alternativas.