Opinión

No es lo mismo que Pegasus… pero es igual

No es lo mismo que Pegasus… pero es igual

“… Hay sistemas equivalentes a Pegasus en todas partes y en México… no necesariamente Pegasus, pero son sistemas que llevan a cabo las mismas funciones del sistema de escucha de Pegasus”.

Lo he transcrito textualmente de la página web donde se cuelgan cotidianamente las transcripciones de la conferencia de prensa matutina. No he cambiado absolutamente nada. Agregué solamente los tres puntos posteriores a la palabra “México” porque así se lee mejor y, en esencia, porque así lo pronunció el oficiante.

Estamos hablando de espiar. Nadie se asombre, ni se ofenda, ni se esponje. Todos los gobiernos del mundo espían. Y el nivel de espionaje es directamente proporcional a dos variables: el tamaño de la economía y el nivel de la incompetencia gubernamental.

Para decirlo con todas sus letras y no dejar lugar a dudas: a mayor tamaño de la economía, mayor grado de espionaje; y a mayor incompetencia del gobierno –producto de estar integrado por una manada de incompetentes–, mayor grado de espionaje. Es decir, en México –como en Venezuela, Cuba o Nicaragua– se espía mucho.

También, desde luego, se espía mucho en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania o Japón. Y aunque allá se hace por razones distintas, el proceso es el mismo y el resultado también: se vulneran los derechos de las personas, se diluyen las garantías con las cuales debían protegerse tales derechos y se corre el riesgo de captura de las instituciones públicas por individuos impresentables y, en esencia, enemigos de la democracia.

Precisar todo lo anterior tiene sentido para dejar clara una cosa: en México se espía y se hace como en todo el mundo, es decir, violando la ley y atropellando los derechos de las personas.

Y ya ni siquiera es una sospecha sino una situación confirmada de manera extraoficial -a través del hackeo de Guacamaya- y ahora, a partir de la confesión realizada por el propio titular del Ejecutivo federal.

Da igual si el software usado se llama Pegasus o lleva el nombre de cualquiera de los Caballeros del Zodiaco. No se trata de ponerse exquisitos e intentar escoger la tecnología con la cual se invade la privacidad de quienes tienen la mala suerte de atravesarse en el ánimo de quienes dirigen los órganos “de inteligencia” del país.

Pero tener la certeza de la práctica no le otorga carta de naturalización y por ello es necesario denunciarlo y demandar el cese de esta. Porque, y también debe decirse, no es solamente el gobierno de la República –a través de las agencias de “investigación” o del Ejército– sino múltiples gobiernos estatales e incluso corporaciones privadas quienes espían a particulares.

Desde el púlpito presidencial lo seguirán negando –como lo niegan en todas partes del mundo– e incluso, como ha ocurrido en las últimas semanas, disfrazarlo de “inteligencia”, pero la evidencia no deja lugar a dudas: el aparato del Estado espía a ciudadanos por el simple hecho de haberles etiquetado como enemigos. Y tal categoría, ya sabemos, se adquiere por sostener posiciones críticas al gobierno de turno o, simple y llanamente, por no estar dispuestos a jugar el papel de aplaudidores.

A los ciudadanos toca entonces mantener la posición crítica, así como seguir documentando y señalando el hecho.

Dejar de hacerlo implicaría ceder frente a las pulsiones autoritarias de un gobierno particularmente proclive a la mentira y al cinismo. Bajar los brazos ante el agravio del espionaje implicaría permitir la entronización de prácticas cuyo objetivo es avanzar en el desmantelamiento de las instituciones y, en última instancia, demoler la democracia.

No se usa Pegasus, dicen. Tal vez sea cierto –aunque cuesta trabajo creerles–, pero emplean otros mecanismos igualmente perversos e ilegales, porque los gobiernos al estilo de la transformación de cuarta no tienen un compromiso con las libertades ciudadanas, sino sólo con su ambición de perpetuarse en el poder.

@sibaja3


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