No forzar
Cada vez que nos resistimos a que las cosas o las personas sean, como son, gastamos una gran energía que nos va consumiendo.
Uno de los más lamentables errores en los que caemos las personas es creer que tenemos control sobre las cosas, sobre las personas o incluso sobre nosotros mismos, algo absolutamente ilusorio.
En el momento en el que yo escribo estas líneas, no tengo el control ni de mi latido cardíaco, ni de mi tono muscular, ni de mi capacidad cerebral de pensar e incluso no tengo el control de escribir de un solo tirón esta reflexión, porque mientras más concentrado estaba escribiendo estas líneas fui requerido en la casa para apoyar en un tema de cocina y debí suspender este escrito.
Eso no quiere decir que no nos esforcemos por prepararnos, por organizarnos en querer que las cosas sucedan a como necesitamos, ese esfuerzo es indispensable, y lo comento porque es altamente recurrente que cuando toco este tema con mis estudiantes o familiares, la mente, que todo lo polariza, les hace decirme, algo que puedo resumirlo así: “Entonces ¿me acuesto en una hamaca y me espero a que el dinero me caiga del cielo?”.
Por supuesto que no, no se trata de ser pasivos, sino de esforzarnos para tener una mejor calidad de vida, pero siempre teniendo en el radar lo que dice el señor Krishna a Arjuna en la hermosa epopeya, la Bhagavad Gita: “Arjuna, tienes derecho a realizar tus deberes prescritos, pero no aspires a los frutos de tus acciones”.
Y si mantenemos esta frase en nuestra mente, incluso si la volvemos un mantra para nosotros, recitándola al inicio de cada día, nos puede ayudar a mantenernos en ese centro de aceptación y esfuerzo adecuados de acuerdo con nuestro criterio, conocimiento de cada tema y sentido común.
Así que es muy importante estar conscientes para saber cuándo esforzarnos y cuándo parar y relajarnos y así volar a las alturas que queramos alcanzar.
Si bien es cierto que para lograr este equilibrio debemos prepararnos de la mejor manera de acuerdo con el área que atendamos, también es importante recordar que tenemos una sabiduría innata que trasciende a la mente que si la dejamos operar nos permitirá llegar a mejor puerto.
Esta sabiduría de darnos cuenta cuándo esforzarnos y cuándo relajarnos está en nuestra esencia, y yo lo vi totalmente reflejado o representado en un ave que atravesaba el cielo ante mis ojos y me di cuenta cómo comenzó a aletear para seguir adelante pero después de enérgicos movimientos de sus alas, sólo las abrió y siguió planeando, avanzando de manera majestuosa.
Sin batir sus alas en el momento preciso, caería en picada, si aleteara de más, gastando su energía, sus músculos se agotarían y tampoco podría avanzar, así que esta ave sabe cuándo esforzarse y cuándo relajarse, ¿cómo lo sabe ella y no nosotros?
Porque ella se conecta con su esencia, esencia que todos compartimos, pero que la mente turbada por su necesidad de querer controlar todo y a todos lleva a desconectarnos de esa sabiduría primordial.
Por lo que la propuesta es llevar nuestra atención una y otra vez a la realidad que habitamos y con ello, dejar de forzar a la vida para que ella, como lo hace (queramos o no), siga con sus procesos.
Hasta el siguiente momento presente.