Opinión

Orando como cristiano

Orando como cristiano

Hay cuatro tipos distintos de oración cristiana: está la oración de la encarnación, la oración mística, la oración afectiva y la oración sacerdotal. ¿Cuáles son éstas? ¿Cómo son diferentes entre sí?

La oración de encarnación. San Pablo nos invita a “orar siempre”. ¿Cómo es esto posible? No siempre podemos estar orando, ¿o sí? Lo que Pablo nos está invitando a hacer es lo que Jesús nos pide cuando nos dice que “leamos los signos de los tiempos.” Al preguntar esto, Jesús no está sugiriendo que leamos todos los análisis políticos, sociales o económicos que podamos encontrar. Más bien, nos está invitando a buscar el dedo de Dios en cada evento de nuestra vida. La generación de mis padres llamó a esto estar en sintonía con la “divina providencia”; es decir, mirar cada evento en nuestras vidas y los principales eventos de nuestro mundo, y preguntarnos: “¿Qué está diciendo Dios en este evento?”.

Uno debe tener cuidado al hacer esto. Dios no causa accidentes, enfermedades, angustias, guerras, hambrunas, terremotos, calentamiento global o pandemias; Dios tampoco hace que ganemos la lotería o que nuestro equipo deportivo favorito gane un campeonato; sin embargo, Dios habla a través de ellos. Nosotros oramos encarnacionalmente cuando nos abrimos a esa voz.

La oración mística. Orar místicamente no es cuestión de tener experiencias espirituales extraordinarias: visiones, trances, éxtasis. El misticismo no se trata de estas cosas. La experiencia mística es simplemente ser tocado por Dios de una manera que es más profunda de lo que podemos captar y entender en nuestro intelecto e imaginación, un conocimiento más allá de la cabeza y el corazón. El conocimiento místico funciona de esta manera: tu cabeza te dice lo que crees que es sabio hacer; tu corazón te dice lo que quieres hacer; y tu centro místico te dice lo que tienes que hacer. Por ejemplo, C. S. Lewis, al describir su experiencia de conversión, nos dice que la primera vez que se arrodilló y reconoció a Cristo, no lo hizo con entusiasmo. Más bien, en sus famosas palabras, se arrodilló “como el converso más reacio en la historia de la cristiandad.” ¿Qué lo obligó a hacer eso? Sus palabras: “La dureza de Dios es más amable que la mansedumbre humana, y la compulsión de Dios es nuestra liberación”. Oramos místicamente cada vez que oímos y escuchamos la voz más convincente de todas dentro de nosotros, la que nos dice a dónde nos llama Dios y el deber.

La oración afectiva. Todas las oraciones devocionales (adoración a Cristo, letanías, rosarios, oraciones de intercesión de María o de un santo, etc.) son en última instancia oración afectiva, como lo son todas las formas de meditación y contemplación. Todas tienen la misma intencionalidad. ¿Cuál es esta?

En el Evangelio de Juan, las primeras palabras que salen de la boca de Jesús son una pregunta. La gente lo mira con curiosidad y él les pregunta: “¿Qué están buscando?”. Esa pregunta permanece a lo largo del resto del evangelio como fondo. Están sucediendo muchas cosas en la superficie, más debajo, siempre queda la pregunta persistente e inquieta: “¿Qué es lo que buscas?”.

Jesús responde explícitamente a esa pregunta al final del evangelio, en la mañana de la resurrección. María de Magdala viene a buscarlo, trayendo especias para embalsamar su cadáver. Jesús la encuentra, pero ella no lo reconoce. Luego repite la pregunta con la que había abierto el evangelio: “¿Qué es lo que buscas?” y nos da su verdadera respuesta. Pronuncia su nombre con amor: “Maria”.

Al hacer esto, él revela lo que ella y todos nosotros estamos siempre buscando, a saber, la voz de Dios, uno a uno, hablando amor incondicional, pronunciando amorosamente nuestro nombre. Al fin y al cabo, eso es lo que todos buscamos, escuchar a Dios pronunciar nuestro nombre con amor. Toda oración devocional, ya sea por nosotros mismos, por los demás o por el mundo, tiene este objetivo último. La oración sacerdotal. La oración sacerdotal es la oración de Cristo a través de la iglesia por el mundo. La creencia cristiana es que Cristo todavía nos está reuniendo en torno a su palabra y la Eucaristía. Y creemos que cada vez que nos congregamos, en una iglesia o en otro lugar, para reunirnos alrededor de las Escrituras o para celebrar la Eucaristía, estamos entrando en esa oración.

Esto generalmente se llama oración litúrgica; este tipo de oración es la oración de Cristo, no la nuestra. Además, no es una oración en primer lugar para nosotros mismos o incluso para la iglesia, sino para el mundo: “Mi carne es alimento para la vida del mundo”. Oramos litúrgicamente, oración sacerdotal, cada vez que nos reunimos para celebrar las Escrituras, la Eucaristía, o cualquier sacramento.

Así oramos también cuando, en comunidad o en privado, oramos lo que se llama la Liturgia de las Horas u Oficio Divino (Laudes y Vísperas).

Se nos pide que oremos regularmente por el mundo de esta manera en virtud del sacerdocio que nos fue conferido en nuestro bautismo.

Un cristiano maduro y espiritualmente saludable ora de estas cuatro maneras, y puede ser útil distinguir claramente entre estos tipos de oraciones para estar siempre orando y orando con Cristo.


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