¿Más iguales… pero más pobres? Lo que en realidad revela la ENIGH 2024
Inteligencia Financiera Global
El Inegi ha publicado los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2024 (ENIGH), y, como era de esperarse, el gobierno federal y algunos medios celebran con entusiasmo un dato en particular: la reducción de la desigualdad en los ingresos. Efectivamente, el coeficiente de Gini bajó de 0.491 a 0.426 durante el sexenio de López Obrador, lo que significa que, estadísticamente, los mexicanos somos más “iguales”. Pero la verdadera pregunta que debemos hacernos no es si somos más iguales, sino si somos más ricos. Y la respuesta es no. De acuerdo con la propia ENIGH, los ingresos promedio de los hogares sí aumentaron en términos nominales: pasaron a $25,955 pesos mensuales, con los mayores incrementos concentrados en los hogares de menores ingresos. El decil más pobre vio un aumento del 35.9%, mientras que el decil más rico solo incrementó 16.1%. Esto ha permitido al gobierno presumir una disminución en la desigualdad. Pero ese aparente avance social esconde una realidad preocupante: el PIB per cápita se contrajo durante el sexenio. En otras palabras, los mexicanos, en promedio, somos más iguales… pero más pobres. Este resultado no es casual. La mejora de ingresos en los hogares más pobres se explica principalmente por el auge de las transferencias gubernamentales: programas sociales directos, muy populares y políticamente rentables, pero económicamente insostenibles. El problema es que este “logro” de equidad ha sido financiado a costa del futuro del país: se agotaron todos los fondos de contingencia, fideicomisos y “guardaditos” acumulados durante décadas, y se sumaron más de 7 billones de pesos en nueva deuda pública. Un dispendio que compromete la estabilidad financiera nacional. La ENIGH también revela que, mientras se reduce la desigualdad, el gasto en salud aumentó 40% en los últimos ocho años, pasando de $382 a $535 pesos mensuales por hogar. Y lo más grave: seis de cada diez personas que recibieron atención médica lo hicieron en farmacias o clínicas privadas. Esto indica un retroceso en el acceso efectivo a servicios públicos de salud, en contradicción con la narrativa oficial de tener “un sistema mejor que el de Dinamarca”. Además, el gasto promedio en educación y esparcimiento cayó 13% en el mismo periodo, un dato que debe preocuparnos seriamente, porque una sociedad que reduce su inversión en capital humano, al tiempo que se endeuda y subsidia el consumo inmediato, está hipotecando su crecimiento futuro. No se trata de negar que reducir la pobreza sea deseable —lo es, y mucho—, sino de preguntarnos a qué costo y con qué resultados sostenibles. Un país que se endeuda para repartir dinero, pero que desincentiva la inversión, no construye riqueza duradera. La inversión extranjera directa se ha estancado, el famoso “nearshoring” ha sido un espejismo, y el gasto público sigue expandiéndose sin contrapartida productiva. El verdadero enemigo no es la desigualdad, sino la pobreza, la falta de crecimiento, la informalidad y el deterioro de los servicios públicos. Igualar a la baja puede ser aplaudido por ciertos sectores ideológicos, pero la historia económica enseña que no hay justicia social sin prosperidad económica. El gobierno saliente dejará como herencia un déficit elevado, una deuda descomunal y una estructura de gasto clientelar difícil de revertir. La presidenta Sheinbaum enfrentará la difícil tarea de cuadrar cuentas sin tocar la popularidad de los programas sociales. Por ahora, Hacienda ha descartado una reforma fiscal. Pero eso solo aplaza el dilema: ¿seguir gastando sin control o enfrentar la realidad con responsabilidad? La ENIGH 2024 no debe leerse como un parteaguas de éxito social, sino como una señal de advertencia sobre la fragilidad estructural de nuestra economía. Celebrar solo que somos más iguales es ingenuo si no reconocemos que, al mismo tiempo, a futuro se debe corregir el rumbo hacia un crecimiento económico sostenible que permita acabar con la pobreza de forma definitiva y duradera. Las apariencias pueden ser muy engañosas.
