Porfirio Muñoz Ledo: el reformador guardado en alcohol
Porfirio Muñoz Ledo: el reformador guardado en alcohol
Ahora que Porfirio Muñoz Ledo está a un paso de querer aglutinar a la oposición a AMLO (cuando lo único que aglutina muy bien son años), le recordaré al lector una anécdota.
Hace muchos años yo entré como director general de Análisis Político a la Secretaría de Gobernación. Me invitó a ese puesto no menor el exdirigente del PSUM, Jorge Alcocer. Joven aún y altanero (defectos que van de la mano hasta que el tiempo te los quita) le dije que aceptaba el cargo, bajo la condición de no aceptar ni un peso y seguir como periodista de Voz y Voto, que dirigía mi amigo Pedro Aguirre.
En aquellas épocas se montó la mesa de diálogo para la reforma política. El representante del PRD era (para variar) Porfirio Muñoz Ledo, siempre brillante e ingenioso. Uno de mis artículos quincenales se lo dediqué a Porfirio, lleno de elogios pero con una frase que casi me cuesta el cargo: “atado al potro del alcohol”.
Porfirio montó en cólera y le reclamó a Alcocer que el dichoso artículo era un libelo suyo para desacreditarlo. Así que el PRD abandonaba la mesa de diálogo.
Pedro me dijo: “Lo tildaste de borracho, para qué escribías eso”. Y yo le repliqué: “¡Y tú para qué me lo publicas!”.
Un gran economista de izquierda, Armando Labra, ya fallecido y a la sazón, coordinador de asesores de la Segob, me aconsejó ir a pedirle perdón a Muñoz Ledo, digamos que por razones de Estado. “Yo mismo te acompaño con el viejo gruñón”, me dijo.
Y allá voy con el rabo entre las piernas a ver a Porfirio. “Mire usted”, le dije cuando lo tuve enfrente, “en realidad la frase atado al potro del alcohol es de Octavio Paz, y se la dedicó en el poema Pasado en claro a su señor padre, así que, con esa frase, lo vinculo a usted sentimentalmente con don Octavio Paz Solórzano, nada menos que uno de los zapatistas más prominentes y a la vez gran intelectual revolucionario”.
Muñoz Ledo quedó complacido con mis disculpas y la cosa no pasó a mayores.
Ya en confianza, días después, le pregunté muy sonriente a Armando Labra qué tal había librado yo el conflicto político que pudo haber terminado en tragedia nacional.
Y Labra me respondió: “Porfirio se dio por satisfecho, dijo que ya había olvidado el poema de Octavio Paz y te agradece encarecidamente por habérselo recordado; que qué bueno que te guste la poesía, pero que no te hagas el que la Virgen te habla”. Pues bueno.