Opinión

Recuerdos de una vida olvidable…

Una columna que ladra

Veo a mis dos perros junto a mí, extendidos tan largos son, laxos, relajados de tal manera que me convencen acerca de la ausencia de cualquier culpa o preocupación en ellos.

Káiser sabe que no necesita solicitar permiso para usar mis pies como almohadas, ni Hosco hablar para que siga acariciándolo. En este momento ambos están indefensos, pero no tienen la menor duda de que pueden depositar el cuidado de su vida en mí.

Muchas interpretaciones podría dar a esta imagen de lealtad y confianza. Entre ellas estarían el perdón o el cobijo de la vida a mis culpas, el encuentro de mi utilidad en el mundo y la ausencia de criterio en los animales para hacer amigos.

Empero, en esa variedad de posibilidades encuentro una sola certeza: jamás me abandonarían. ¿Podrá algún día el hombre parecerse al perro, para hacer mejor al planeta?

Reconozco que si ladrara quizá evadiría la responsabilidad y vergüenza de saberme parte de un país que traiciona a sus hermanos de sangre y de penas, encarcelándolos, maltratándolos y hasta justificando su muerte, mientras parece hacer genuflexiones y ofrecer otras muestras de mayor sumisión e intimidad al imperio.

No obstante, como biológicamente sigo siendo considerado un ser humano, lo único que me queda es ubicarme voluntariamente debajo de la escala de los cánidos, sitio en el que con toda justicia me colocan los recientes hechos atribuidos a individuos de mi especie en Ciudad Juárez, Chihuahua.

¿Cómo no contrastarme con quienes se etiquetan como “irracionales”, sabiéndome parte de un todo donde supuestos seres humanos dejan morir a 39 semejantes confinados en una prisión, donde están retenidos sólo por huir de la miseria y violencia que en sus países de origen los agobia, motivo igual al que tienen infinidad de mis connacionales que desafían la posibilidad de morir en el intento de cruzar el río y el desierto del norte, antes que seguir viviendo en México la certeza de la desesperanza ?

¿Cómo asumirme parte de una especie “superior” cuando la cúpula que dirige al país antepone la política electoral al dolor humano, dilapida la credibilidad necesaria para su liderazgo y carece de humildad y vergüenza para asumir la parte de la responsabilidad que le corresponde, y luego pedir perdón y renunciar por la duda que la tragedia arrojó sobre su capacidad y sentido humano?

Me interrogo lejos de la intención de escribir un análisis político de la tragedia de Ciudad Juárez. No soy ni Escritor ni político. Sí, admito, aspiro a ser considerado semejante de Hosco y Káiser.

Reconocido lo anterior, comparto para su cuestionamiento algunas reflexiones surgidas en mí tras la desgracia registrada en el incendio de un sitio de detención de migrantes (decirle “albergue” es tan irónico como llamar “centros de reinserción social” a los reclusorios), donde sus custodios optaron por dejarlos morir antes que permitirles escapar.

México, uno de los principales expulsores de migrantes en el mundo, de manera incomprensible ante la concepción de lo humano y la más elemental perspectiva de un problema que comparte con las demás naciones latinoamericanas, da no sólo trato indigno a quienes atraviesan su territorio en busca de una vida mejor, sino que traslada la responsabilidad de ese trato a los operadores de su política, no a quienes la trazan.

De facto, la nación de la cual soy parte se presenta inhumana, es decir, absurda, y desaparece su autoridad moral para reclamar la violación a los derechos humanos de los connacionales fuera de sus fronteras.

Los objetivos que dan lugar a la creación de un Estado y formación de un gobierno podrán ser desviados por las eternas ambiciones del hombre temporal, capaz de mentir hasta a él mismo para justificar su soberbia o fantasear su inmortalidad, sin embargo esa manipulación no evitará reñir con la lógica que dio lugar a la creación de esas figuras, que no podría ser otra más que la de contribuir al bienestar de las personas sujetas a las normas de las instituciones y de la administración de estas.

El engaño o la mentira que adormece a las masas para justificar la imposición de los propósitos de unos cuantos, podrá normalizarse como estrategia de gobierno, sea cual sea la orientación política o etiqueta con la que este quiera ser conocido en su sueño de permanencia, pero jamás dejará de presentarse como algo contrario a la esencia del ser humano que rehúye el dolor y ansía la vida.

riverayasociados@hotmail.com


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