Samuel

Se trata de elegir una cara nueva para la candidatura presidencial de 2024, no de poner como alternativa a otro (u otra) del mismo establo.

Se trata de proponer un nuevo perfil, no de repetir la vieja fórmula para luego sorprenderse de ver los mismos resultados.

Se trata de atreverse a lo diferente, no de conformarse con lo manoseado.

¿Ejemplo? Turquía. El terremoto del pasado febrero, la inflación desbocada, el intento de someter al Poder Judicial a la férrea voluntad del presidente Erdogan (70 años), le daban esperanza a la oposición de arrebatarle la presidencia al líder autoritario.

Pero se equivocaron de candidato. Prefirieron más de lo mismo. Kemal Kiliçdaroglu (74 años) es un representante de la vieja élite. Los mismos de siempre. Lo arcaico combatiendo lo antiguo.

Erdogan y Kiliçdaroglu se enfrentarán a una segunda vuelta el 28 de mayo. Sin embargo, todo pinta para que Erdogan gane por amplio margen y repita en la presidencia. Y te voy a explicar por qué.

Que un mandatario no deba patear al Poder Judicial, no significa que la gente vaya a apoyar a un candidato de la vieja élite que dejaría intactos los privilegios de los jueces corruptos.

Que un mandatario como Erdogan controle casi todo el Poder Legislativo en Turquía y ataque diariamente a la oposición, no significa que el electorado vaya a ponerse porque sí del lado de la oposición.

Que un mandatario antiliberal abuse de su inmenso poder, no significa que en automático la gente se vaya a poner del lado de la derecha.

Lo primero que busca la gente al votar es que le garanticen su bienestar familiar, no que le garanticen la democracia o la defensa de los jueces.

¿Qué diablos debió hacer entonces la oposición turca?

No designar como su representante a un candidato que fuera más de lo mismo; no a una cara de la vieja élite que sueñe desbancar la cabeza de la élite gobernante.

En otras palabras, más vale nuevo por conocer que viejos por jubilar.

Que lo entienda quien quiera entenderlo. Y el que tenga oídos…