¿Sueña el ChatGPT con ovejas eléctricas?
¿Sueña el ChatGPT con ovejas eléctricas?
Así como la novela corta de Philip K. Dick Sueñan los androides con ovejas eléctricas, la inteligencia artificial terminará soñando con ovejas eléctricas.
Alan Turing, mente poderosas, fue pionero en varios campos científicos, entre ellos la inteligencia artificial, y desenredó la complejidad de las matemáticas a partir de una simple pregunta: ¿pueden pensar las máquinas? Publicó sus conclusiones en el artículo: Computing Machinery and Intelligence (1950).
Turing aportó algunas pistas: la informática es una red de nodos o “neuronas artificiales”, parecidas al córtex cerebral.
Luego predijo: “podremos hablar de que las máquinas piensan sin esperar que nos contradigan”.
A su corta edad (vivió 41 años), Turing estuvo a punto de descubrir cómo los organismos crecen, desde las combinaciones químicas que disponen la regularidad de los pétalos de una margarita, hasta la composición del cerebro humano.
Y cuando procedía a publicar sus investigaciones, el gobierno inglés lo indujo al suicidio: se mató (o lo mataron) comiendo una manzana con cianuro.
Habrá quién rechace la hipótesis de Turing: los androides no piensan realmente porque la conciencia humana no puede reducirse a la simple física. Luego llegó la inteligencia artificial y los chatbot como ChatGPT.
Un estado mental se vuelve consciente si se liga a una sensación. Y los robots nunca podrán experimentar sensaciones. No saben lo que es amar ni vivirán el mal de amores. Esto porque las máquinas contienen sintaxis pero no semántica.
Es más: para algunos científicos modernos, la conciencia ni siquiera está alojada. Se dice que es una propiedad integral del organismo por lo que es irreducible a una sola de las partes que la componen.
Por ejemplo, ningún androide (sintaxis pero no semántica) hubiera procesado la presión exterior para suicidarse con una manzana envenenada.
Pese a lo anterior, uno no puede sino ponerse del lado de la máquina en la película de ciencia ficción Yo Robot (2004). El protagonista, un ser humano como tú o como yo, cuestiona a un androide sobre su deseo de ser persona y airado le reclama:
–No eres más que una máquina, una imitación de la vida. A ver: ¿acaso puedes componer una sinfonía? ¿Acaso puedes convertir un lienzo en una hermosa obra de arte?
El androide calla unos segundo para luego responderle en tono neutro:
–Yo no... ¿Y tú?
Ahora, en 2023, ya la inteligencia artificial puede convertir una imagen en obra de arte. Nada volverá a ser igual.