Opinión

Última salida al Tepozteco

Última salida al Tepozteco

Difícil es escribir sobre política en días santos porque los políticos suelen irse de vacaciones. Con eso le hacen un bien a la patria y un mal a los periodistas que no hallamos tema de qué es escribir.

Así que en estos días santos hablaré de alguien no tan santo. Es decir, hablaré de mi.

Desde la Cuaresma le de dado muchas vueltas y finalmente he tomado la decisión más trascendental de mi vida. Me iré a vivir a Tepoztlán.

No para ver marcianos, porque me da igual si existen o no los fulanos esos, ni para reconciliarme conmigo mismo, porque a mi me encanta llevarle la contra a mi otro yo, ni para escribir mi obra cumbre (no me doy tiempo ni para escribir un cuento, encima de que nadie me lo leerá, tan metidos como andan todos en Instagram).

Me voy a Tepoztlán porque me gustó mucho un bife de chorizo que me asaron en la fondita de una señora argentina, y porque en una cantinucha de medio pelo me tomé un mezcal que me llenó el ojo (y el gaznate) y me quitó en un santiamén lo mismo arritmias que taquicardias.

Ahora bien, antes de empacar mis tiliches para irme a Tepoztlán tengo que terminar un par de pendientes en Monterrey; el principal, hacer entrar en razón a mi perro Mito que se pone muy rejego y remolón cuando salimos de viaje juntos (y peor se pondrá si nos mudamos de ciudad, aunque se haga el disimulado, porque tiene muy grandes unos tejolotes como de molcajete).

Así que calculo mi partida hacia aquellos rumbos del Tepozteco alrededor de julio o agosto del año 2030.

Si para esas vísperas me atraso un poquito más por una cosa u otra (que nunca falta), les avisaré con tiempo, para que no se me queden con el pendiente.


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