Convulsión febril no afecta el desarrollo de niños
La convulsión febril tras la aplicación de una vacuna ha sido asociada negativamente con el desarrollo del niño, pero ¿por qué se cree que afecta?
- 02
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Julio
2020
La aplicación de vacunas en bebés y niños, ha polarizado recientemente a un sector de la población: existe un grupo de personas al rededor del mundo que defiende la postura que una vacuna puede afectar severamente el desarrollo de un menor, teniendo repercusiones negativas de manera general en su organismo.
¿Qué es la convulsión febril?
Uno de los conceptos que sostienen esta teoría es la convulsión febril, que consiste en un episodio convulsivo que ocurre cuando tras recibir alguna vacuna, un niño pequeño sufre de una fiebre superior a los 38º C, con convulsiones que duran algunos minutos y desaparecen por sí solas. No así la temperatura elevada, que puede seguir algún tiempo más.
Este padecimiento en apariencia es grave, sin embargo en la mayoría de casos no se necesita ningún tratamiento exhaustivo y no genera otros problemas de salud. Algunos efectos secundarios como somnolencia pueden presentarse pero sin ir más allá.
Los niños de entre seis meses hasta cinco años (particularmente bebés de 12 a 18 meses) son quienes presentan más casos de este tipo de episodios; especialmente si el menor tiene antecedentes familiares de convulsiones febriles, y una vez que presentan un primer caso dentro de los primeros 15 meses de vida, es altamente probable que se repita en otra ocasión.
Este fenómeno no se considera como variante de epilepsia, y hasta hace poco se sugería que ésta sí puede presentarse con mayor probabilidad en niños que sufran de convulsiones febriles constantes.
No hay relación con las vacunas
Sin embargo, la revista Neurology, perteneciente a la Academia Estadounidense de Neurología, ha presentado un estudio que puede brindar mayor tranquilidad a los cuidadores de los pequeños, y a los menores mismos que hayan presentado este tipo de convulsiones.
El estudio se realizó en poco más de 200 niños, de los cuales 90 eran ajenos a las convulsiones febriles, 70 sí habían presentado algún caso sin ser asociadas a las vacunas y 62 sí tenían estos episodios y se relacionaban a la vacunación.
Tras estudiar funciones cognitivas, motoras y de lenguaje de los niños (cuyo expediente se mantuvo anónimo para los expertos que siguieron de cerca los tres grupos con el propósito de tener un juicio equitativo y sin tendencias preestablecidas), se encontró que no había diferencia significativa entre los tres grupos, que se sometieron al estudio a los largo de dos años.
Lucy Deng, líder del estudio, advirtió que la desconfianza por vacunar a los niños generada por asociar a la convulsión febril, debe desaparecer y que esta investigación puede dar tranquilidad a los padres para que manejen de mejor manera la situación si se llega a presentar este fenómeno en sus hijos, y que sepan que es independiente de las vacunas.
Hay más por hacer
La doctora apuntó que el resultado es particularmente importante tras el resurgimiento global de enfermedades como el sarampión, pues la tendencia ha marcado que menos padres vacunan a sus hijos por las secuelas que podrían generar en ellos.
Finalmente, a pesar del esperanzador panorama que deja el estudio, los investigadores sugieren que este tipo de ejercicios se deben de seguir realizando para no dar pie a ninguna duda y así erradicar la corriente antivacuna que, según ellos, exponen a nuevas enfermedades a los bebés y niños del mundo.
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