El pasado 1 de julio se cumplieron 15 años del paso de aquel fenómeno hidrometeorológico conocido como huracán Alex, ese monstruo meteorológico que causó muchos daños y estragos a su paso.
Allá, donde vivo con mi familia, nos dio una revolcada e inundada. Todo el exceso de agua que venía bajando por el río La Silla, al encontrarse con la edificación de un kínder en medio del cauce, desvió el líquido que venía rebasando el canal de estiaje, provocando una cantidad muy importante de agua que inundó varias manzanas de la colonia.
En ese evento se dañó la casa; dos vehículos fueron pérdida total, además de diversos muebles y enseres domésticos. Pero lo más grave fue el trauma y la sensación de peligro que vivieron los miembros de la familia que estaban en casa al momento en que el nivel del agua subía súbitamente y causó todos estos daños.
A los vecinos de enfrente, sus autos les quedaron con el techo del auto a la altura del techo de la cochera. En una casa de junto, donde indebidamente está instalada una casa para ancianos, tuvieron que subir a la planta alta a los viejitos que viven en cama. De aquellos días, creo que ya han fallecido prácticamente todos. En ese momento, los elementos de Protección Civil pensaron en rescatarlos por el techo y querían pasarlos y bajarlos por el patio de mi casa. Obviamente, me negué, pues la maniobra era exponer a un peligro adicional. Realizar la maniobra de cargarlos y sacarlos por las azoteas, en medio de una lluvia muy fuerte, era demasiado peligroso. Al final, desistieron de ese tipo de acción.
Los periódicos locales han presentado diversas fotografías que recuerdan cómo fueron devastadas las avenidas Constitución y Morones Prieto en el centro de la ciudad. Luego, para darle viabilidad a la ciudad, se inventó ella y pa’ ça. Pero también hubo daños importantes en calles de muchas colonias que fueron destruidas por la cantidad de agua, muchas de ellas ubicadas en cañadas o bajadas naturales, que el agua recordó y recobró como su paso natural.
Días después vino el presidente en turno, FCH, y se metió al lodazal para constatar la magnitud de los daños. Posteriormente, vinieron el censo y los diferentes apoyos, tanto de empleo temporal como de enseres domésticos. Fueron una aspirina para el tamaño de daño, pero muy útiles en medio del siniestro.
Ahora ya no existe ese Fondo de Desastres Naturales, así que hay que cuidarnos y cuidar lo que tenemos, pues en un evento de esa magnitud sobrepasa la capacidad de filantropía de los amigos.
Al recordar aquellos hechos trágicos, no podemos perder de vista que nuestro río Santa Catarina es hoy cuidado y protegido por la autoridad del estado de Nuevo León. Entre los cuidados está evitar que se le dejen basura, escombro, que sea ocupado por viviendas improvisadas, y también evitar que las personas que acuden no prendan incendios, establezcan criaderos de animales o hagan uso del río con construcciones permanentes que impidan el paso del agua.
Los diferentes eventos de los que tengo memoria —como el Gilberto (con muchos muertos), el Alex, así como la tormenta Alberto— han llenado el cauce del río. Pero creo que este mantenimiento que debe dar el Estado debe incluir que se mantenga la capacidad de desfogue del agua. En los eventos anteriores, las venidas de agua trajeron material de tierra y piedras, lo que subió el nivel del piso y disminuyó la capacidad del cauce para conducir el volumen de agua que se presenta en un evento hidrometeorológico de tal tamaño.
Por ello, creo oportuno poner sobre la mesa la necesidad de limpieza o podas selectivas. En otros momentos en que se ha tocado este tema, saltan nuestros amigos defensores de la yerba, muy incómodos y hasta enojados, cuando se pretende hacer prevención de tragedias como las que ya vivimos.
Si no aprendemos de nuestro pasado, podemos tener la difícil necesidad de volverlo a sufrir. A mí me importan más las personas que los arbustos o los daños materiales.
Tú tienes la mejor opinión al respecto.
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