54% de la economía en la sombra: el paraíso del lavado de dinero en México
Columna Invitada
El lavado de dinero no es un flagelo distante: es una amenaza cotidiana que consume las finanzas y la credibilidad del Estado. No solo corroe la estructura económica; se disfraza en el comercio informal, se propaga en el efectivo y encuentra su cómplice involuntario en un modelo laboral precario.
A marzo de 2025, el 54.4 % de la población ocupada en México trabajaba en condiciones informales, es decir, sin seguridad social ni protección legal; un ligero aumento respecto del 54.3% registrado en 2024. Esta cifra equivale a 32.5 millones de personas, y apenas el 42.9% de la informalidad se concentra en zonas urbanas, donde el acceso a servicios y registros debería ser más factible.
El proceso de lavado tiene etapas definidas: colocación (inserción de recursos ilícitos en el sistema financiero, generalmente en billetes fraccionados), ocultamiento (movimientos complejos, facturas infladas, empresas fachada, criptomonedas) e integración (retorno del dinero “limpio” a la economía real mediante inversiones o negocios). Los bancos tienen la responsabilidad de reportar operaciones inusuales, relevantes y preocupantes, lo que alimenta a la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF). Pero, ¿cómo reportar cuando más de la mitad de las actividades económicas escapan a ese canal formal?
Aquí interviene un actor crucial: la DEA. Cada vez más, ha hecho del rastreo financiero su herramienta principal contra los cárteles. Un caso: dos mexicanos fueron sentenciados a 55 meses por participar en un esquema de lavado basado en el “Banco Negro de Pesos”, a través del cual el dinero ilícito se transformaba en mercancía legítima importada desde EUA.
Estos ejemplos muestran una realidad inquietante: cuando el entorno formal falla, los cárteles encuentran canales alternativos: operadores financieros clandestinos, cruzado con criptomonedas, o negocios informales que aceptan efectivo “sucio” como pago
Reflexión final: detectar el lavado en un país donde más de la mitad de los trabajadores están fuera del sistema formal es una tarea tan técnica como estructural. No basta con pedir más reportes bancarios; se necesita:
•Incentivar la inclusión financiera y formalizar gradualmente la economía.
•Digitalizar pagos y reducir la dependencia del efectivo.
•Fortalecer la cooperación internacional, particularmente con agencias como la DEA, que han probado eficacia al perseguir rutas financieras más que cargamentos.
•Actualizar el marco legal, mejorar la transparencia y cerrar los espacios informales donde lo criminal se funde con lo cotidiano.
El dinero sucio se oculta detrás de un ticket de taquería, en un puesto ambulante, hasta en un concierto musical y en la falta de seguridad social. No combatirlo es permitir que lo invisible se convierta en tejido económico. Y eso, como sociedad, no podemos permitírselo.
