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Opinión

A ser mamá, se aprende haciendo

Columna Invitada

La primera palabra que la mayoría de las personas pronunciamos cuando aprendemos a hablar es mamá: palabra mágica que, a las mamás, nos lleva a la acción; palabra que nos anima, nos motiva y enamora, y que, en algunas ocasiones, nos hace decir: “¿Y ahora qué quieres?”.

Tenemos varios tipos de mamás, entre los que, en su gran mayoría, cada mamá dona su vida en amor y servicio por cada hijo; mamá soltera, mamá viuda, mamá divorciada, mamá casada, mamá abandonada, mamá enferma, mamá privada de su libertad. Dos grupos de mamás que, en lo personal, valoro mucho son aquellas mamás de hijos adoptivos y mamás de hijos con discapacidad.

Si bien la tarea de las mamás no es nada fácil, ya que se viven retos diarios, en los cuales se requiere una capacidad de adaptación, comprensión, donación —y, en algunos casos, también se requiere ser mamá de sobrinos o amigos de nuestros hijos—, saber dar ese espacio y tiempo de escucha y buen consejo que nos piden es un acto de amor que da sin esperar nada a cambio.

Ser mamá es un acto de amor que se entrega, se sacrifica, renuncia a un “yo” para construir un nosotros.

En la actualidad, a las nuevas generaciones se les vende la idea de no solo tener pocos hijos, sino incluso de no tener ninguno. Esto es debido a que las mujeres, en muchas ocasiones, nos encontramos ante la disyuntiva de seguir una vida profesional o laboral, o bien la vida familiar: ser madres.

Difícil decisión, que solamente cada mujer sabrá que es lo mejor para ella y su proyecto de vida.

Nadie nos enseña a ser mamá; a ser mamá se aprende haciendo.

Al convertirnos en madres, nuestras prioridades cambian y, en muchas ocasiones, incluso tenemos que renunciar a ciertos sueños. En lo personal, considero que, como mujer, el título que más me halaga es el de mamá.

No existen mamás perfectas. Más bien, existimos mamás “malas”, mamás que, por amor, en muchas ocasiones somos las malas del cuento, ya que al educar, cuidar y proteger a nuestros hijos, ponemos límites y reglas que a ellos no les agradan.

No obstante, una vez que crecen y son personas de bien, podemos concluir que ser una “mamá mala” tiene la recompensa de haber formado personas buenas, sanas física y emocionalmente. Porque ser una “mamá mala” es exigir que den lo mejor de sí mismos, es en ocasiones no dar ciertos permisos, pedirles que se alejen de ciertas amistades, poner responsabilidades que los formen en cada etapa, etc.

Hoy envío mi saludo y afecto a todas las mamás lectoras de este medio. Que todos los días disfruten de este gran título de ser mamá. Dios nos siga iluminando para hacer lo mejor que podemos con lo que sabemos. 

¡Feliz día de las Madres!

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