Conforme pasan los días en esta, se supone, refrescante época primaveral —como preámbulo de lo que se viene—, las condiciones climáticas extremas nos han obsequiado, en los últimos días, un intenso y abrazador calor a la intemperie: infernal, democrático y casi insoportable, que ha rozado los 47 grados centígrados, trayendo consigo complicaciones en muchos de los órdenes que atañen a nuestra ya de por sí “caliente” vida cotidiana.
Y es que hay que reconocer que las cosas se “han puesto calientes”, desde el punto de vista natural, por la ola de calor que nos azota, y también en las situaciones particulares —incluso las más íntimas— de la vida cotidiana de la sociedad de la que formamos parte. Con el calor llegan un sinnúmero de afectaciones colaterales que, obligada e involuntariamente, modifican nuestros patrones, rutinas y conductas.
Dicen que la naturaleza es sabia, pero, por lo visto, también es bárbara, al recetarnos, en estos apenas primaverales días, temperaturas de 47 grados centígrados que afectan en todo a nuestra naturaleza: la salud física, mental, emocional y productiva. La sociedad tiene que apechugar, por ejemplo, las inclemencias climáticas en las filas para abordar el transporte urbano. Aquel que tiene los medios debe soportar el calor infernal dentro de su coche, y el pavimento en medio del paralizado tráfico de nuestras saturadas calles, mientras el que anda a pie derrite sus suelas conforme avanza por las destartaladas banquetas de la ciudad.
A lo largo de la historia, ha sido motivo de orgullo que nuestros antepasados hayan poblado y hecho productivo este extremo territorio desértico, donde afincaron esta capital, su comunidad y su industria. El espíritu férreo, guerrero y emprendedor del regiomontano no ha conocido límites y, a lo largo de su andar, se ha enfrentado a los, en ocasiones, dantescos embates de la naturaleza a los que ha dominado, superado y se ha impuesto con gran talante.
Sin embargo, esta primavera tan “caliente” es quizás un alarmante aviso de lo que irremediablemente se nos viene al llegar al poco venturoso verano. Conforme a nuestra mexicanísima y popular cultura consumista, los optimistas dirán, para palear estos calurosos embates y no deshidratarse: “Lo bueno es que en el Oxxo hay cheve”.
Y mientras nuestros climas y aires lavados hogareños “sudan la gota gorda” para mantenernos frescos en la querencia, el sistema eléctrico, sobresaturado por la demanda, colapsa intermitentemente, dejando sin aire y sin luz al resto de los, ya de por sí, muy desprotegidos miembros vulnerables de nuestra población.
Hidratarse, hidratar a los bebés, a los adultos mayores, a nuestras mascotas, mantenerse a la sombra y alejados de la fuentes de calor —lo que algunos toman de argumento para no acercarse a sus respectivas parejas, mas no las de otros—, son algunas de las recomendaciones que se suman a las de no ejercitarse a la intemperie, y menos bajo los rayos del sol, debido a las condiciones propicias de respirar el cóctel de contaminación que habita en nuestra atmósfera y que nada hemos hecho por limpiar.
Cierto es, debemos reconocerlo, que estamos pagando caro la desatención y desinterés que le hemos obsequiado al futuro y la naturaleza, parte importante del sustento de nuestra vida. El resultado es precisamente este: un cambio climático extremo y radical, al que ahora estamos siendo sometidos como forma penitente de un castigo divino, consecuencia de nuestros irresponsables actos.
Así pues, estimado lector, las afectaciones del calor, por el momento, aparentemente son meramente particulares y atañen a nuestro entorno inmediato. Sin embargo, este ejemplo de la naturaleza puede ser un excepcional y alarmante aviso para nuestra sociedad, que tiene que medir debidamente “las consecuencias de nuestros irresponsables actos”, ahora que se viene y nos toca decidir la elección del Poder Judicial. No vaya a ser que, por no hacerlo, las cosas se pongan más “calientes” para todos.
Por hoy es todo, amable lector. Medite lo que le platico, aproveche el día, viva la vida y disfrute al máximo a su familia, esperando que el de hoy sea para usted un hermoso y productivo día. Me despido honrando la memoria de mi querido hermano, Joel Sampayo Climaco, con sus palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos aquí el próximo lunes.
