“Estamos todos rotos, así es como entra la luz”.
La anterior es una frase del libro El viejo y el mar, considerada la obra cumbre del escritor estadounidense y ganador del Premio Nobel de Literatura (1954) Ernest Hemingway.
Su obra es reconocida por el abordaje de la condición humana que contemplaba desde la mirilla de su experiencia como periodista corresponsal y voluntario en conflictos armados, las guerras.
Es así como su novela Adiós a las armas es el vivo estremecimiento de la Primera Guerra Mundial. Los soldados en su itinerancia por librar batallas también cursan el laberinto de las emociones inevitables, saberse vivos entre mundos paralelos: el combate y la posibilidad del amor.
Hemingway usa la detonación de un lenguaje muy propio, diálogos y descripciones, que brindan un paneo casi cinematográfico a los sucesos que viven los personajes.
En su momento, Adiós a las armas fue un proyectil de crudeza, una manera de conocer los horrores de la guerra, de internarse en la desolación y la fragilidad que deja en todo lo que toca.
Hemingway pausa el bombardeo crítico al estado bélico de su tiempo para narrar también el amor, la escapatoria que representa el amor.
Amar pese a las despedidas, amar la herida, la evocación, la cartografía que traza el destino para hacer que las personas se encuentren, conecten y fusionen espacios, cuerpos, vida.
La novela es un ejemplo de que el amor, como la guerra, nunca va a dejar de existir. En el territorio de la vida real, ambos se confrontan y se complementan.
La lectura nos hace cuestionarnos el proceso de la guerra misma, el proceso de la lucha, el fondo del significado o lo que representan las palabras: “Siempre me han confundido las palabras: sagrado, glorioso, sacrificio, y la expresión ‘en vano’. Las habíamos oído de pie, a veces, bajo la lluvia, casi más allá del alcance del oído, cuando solo nos llegaban las palabras gritadas”.
Los militares escuchan las palabras y sus ecos, saben distinguir la manera en que estallan, pero llega un momento en que no entienden, porque les nubla el panorama la sangre derramada, el dolor, la pérdida.
Hemingway fue un traductor de su época. Interpretó los capítulos de las luchas en las que fue testigo y dejó claro su espíritu de resistencia, al menos a la de no escribir.
Algunos recursos de Hemingway: la voluntad, la disposición a la aventura, la convicción para permanecer en el ojo del huracán, el riesgo narrativo, la literatura, el periodismo, la memoria, las historias de la historia. El escritor dice en esta novela adiós a las armas, con la muerte, con la vida que sigue después de la muerte.
