En México, la educación financiera brilla por su ausencia. No se enseña a ahorrar, no se comprende el valor del dinero y, peor aún, se perpetúa una cultura donde la costumbre domina sobre la educación. La consecuencia es brutal: adultos endeudados, sin ahorros ni visión a largo plazo. Es urgente cambiar desde el origen: la primaria.
No se trata solo de enseñar a contar monedas. Es formar conciencia: qué es el ahorro, cómo planear, cuándo invertir. Pero también cómo manejar emociones al tomar decisiones económicas. Porque, detrás de cada compra impulsiva, de cada deuda innecesaria, hay un vacío emocional que nadie enseñó a identificar.
El 54% de los adultos mexicanos no lleva control de sus gastos (ENIF, 2021). Solo 1 de cada 5 ahorra formalmente. El país gasta más de lo que produce. Mientras tanto, en países como Japón, los niños aprenden desde los seis años a administrar una mesada. Allá se forma ciudadanía financiera; aquí, solo sobrevivencia económica.
No hay crecimiento económico posible sin transformación cultural. El ingreso per cápita de México lleva estancado más de una década. Y la causa no es solo macroeconómica: es educativa, es emocional, es cultural. Mientras el “para eso trabajo” siga rigiendo las finanzas personales, seguiremos siendo un país con potencial, pero sin progreso.
La inteligencia emocional debe caminar junto a la financiera. Aprender a decir “no”, a esperar, a diferenciar deseo de necesidad, es más valioso que memorizar fechas históricas. Solo así formaremos generaciones que piensen en el futuro, que inviertan, que construyan patrimonio en lugar de deudas.
Reflexión final
No se puede cambiar el destino de una nación si no se cambia la mente de sus niños. Y no se puede cambiar su mente si no se les enseña a pensar, sentir y decidir con inteligencia. La verdadera revolución educativa empieza cuando enseñamos a un niño que el dinero no solo se gasta: también se respeta, se cuida… y se transforma en libertad.