Opinión

Al estilo de Anton Ego

Sección Editorial

  • Por: Roberto Navarro
  • 24 Agosto 2023, 00:51

De mi momento casi como en la película de Ratatouille.

Acaba de tener lugar el campeonato de parrillada más grande de América Latina y al igual que cada año, los organizadores se superan.

Una vez más, tuve oportunidad de formar parte del grupo de jueces del concurso; aunque siempre ha sido una muy grata experiencia, en esta ocasión me sucedió algo memorable.

Hay que admitir que en muchas ocasiones me ha tocado probar bocados maravillosos, incluso la fortuna de haber probado las preparaciones de algún equipo ganador. Este año, por ejemplo, pude degustar el platillo que a la postre sería el ganador del mejor pescado.

Siempre es muy interesante pasear por los stands de los equipos y escuchar las historias de los participantes. Es admirable el esfuerzo que hacen para formar parte del campeonato; hay detrás historias de familias, de trabajo y de amistad.

Un equipo, me contó una historia de cómo buscaron honrar su tierra natal, y a nuestro país a través de un platillo y ¡ah! ¡Qué platillo! En ese momento, me sentí un poco como Anton Ego, el crítico de la película de la ratita cocinera.

No, el bocado no me transportó a la casa de mi abuela, pero sí me remontó casi unos veinte años atrás a mis prácticas con Eric Briffard. En aquellos años, después de haber pasado buena parte de mi tiempo en su cocina desempeñándome en el área de pescados.

Siempre decía que, si tuviese la oportunidad de sentarme a comer en el restaurante, seguramente pediría un platillo de esos que diariamente veía desfilar frente a mí. Las creaciones del chef me parecían geniales, y sin embargo, cuando finalmente llegó ese día en el que pude estar en el comedor, sentí que conocía tan bien todas esas preparaciones, que no se me antojó ninguna.

Entonces pedí un platillo del área de las carnes. Era una proteína relativamente poco habitual, pensada con una combinación de sabores que, aunque clásica, es maravillosa y ejecutada con la precisión y maestría que implica tener dos estrellas Michelin. 
No fue la última vez que probé esa misma proteína, incluso aquí la podemos encontrar en alguno que otro menú, pero nuestra manera de prepararla es bastante diferente. Alguna vez sí me topé con un platillo que me prometía volverla a probar con una ejecución similar a la de Briffard, sin embargo, el balance de sabores no estuvo a favor de ese platillo.

Así que tenía esos casi veinte años desde esa cena que no sentía que probaba un platillo realizado con esa misma maestría, específicamente hablando de esta proteína. Todavía no sé cuál fue el desempeño final del equipo que me regaló esta experiencia, pero sin duda me dejaron el recuerdo para muchos, muchos años más.

Y claro, también debo agradecer a los organizadores del evento por haberme puesto en ese lugar en ese momento.  

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