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Opinión

Benditos agresores

El sentir de Hoy

La Guerra está en todas partes porque la impulsamos desde nuestro interior, ya sea por odio a alguien o a algo, o porque envidiamos, reclamamos, insultamos o abusamos.

En Tierra Santa, como se le conoce a la región de Israel donde están los principales templos religiosos del mundo, se desataron “los demonios” de la agresión armada de los vecinos de la organización terrorista Hamás que irrumpieron en plena celebración judía.

Los agarraron desprevenidos y contentos.
Como es de esperarse, se desató la guerra y se provocó un estado de indignación, dentro de la cual el primer ministro israelí aseguró que habrá de tomar venganza y, entrados en acción, ya son equiparables los muertos de un lado y del otro.

¿Qué esperaban los agresores? Una fiesta no, pero fuegos artificiales sí, sin lugar a dudas.
Lejos de México, es como vemos los conflictos armados vigentes, aunque están tan cerca que alcanzó a mexicanos en vacaciones religiosas y fiestas multitudinarias en aquella región.

Otras guerras se agudizan en Francia y Estados Unidos. En la primera nación se esfuerzan en manifestarse contra el presidente Macron, quien con el ánimo de enderezar las finanzas públicas inició reformas a pensiones y otras condiciones y prestaciones laborales, afectando y enfureciendo a los presuntos afectados.

En la segunda, salvo los zombies inmersos en la ausencia que el exceso de droga les da, la lucha por la igualdad y la justicia se manifiesta en los centros comerciales y cadenas de suministro, donde los saqueos son ya cosa de un día sí y otro también. Los saqueadores ya se organizan vía redes sociales para llegar en turba y evitar ser castigados por la justicia.

Anonimatos parciales, incentivados por deseos y envidias, igual que por las bajas penas que las leyes imponen, se apoderan del estado de ánimo de centenares de miles que emprenden la violencia como divisa y la búsqueda de posesiones materiales, sean estas territoriales o bienes comerciales.

Es en estos momentos en los que surgen las condenas. Las figuras públicas que representan a organizaciones gubernamentales y religiosas, han publicado su rencor por la acción bélica de Medio Oriente. Y la pregunta que me surge es: ¿condenar y exigir castigo nos trae la paz? Claro que no, pero es la forma de manifestar lo que nuestros más bajos instintos nos provoca.

Nadie ve con gusto que alguien llame a la bendición de los agresores, porque naturalmente reaccionamos con rabia por la muerte de niños, jóvenes y adultos, ni tampoco vemos iniciativas para detener la guerra.

Ya EUA mandó un portaviones a la zona de guerra y el presagio no puede ser bueno. Del otro lado, Irán le mete dinero a la organización agresora y les da armas para que sigan causando castigo a la nación joven de Israel.

Allá como aquí, los agresores pocas veces son castigados o al menos no a conformidad de los que demandan castigo para ellos. Y tampoco es común que tomemos en cuenta nuestras guerras internas.

En este fin de semana vimos caer la paz en Medio Oriente. Mismo lugar en el que las vejaciones contra la mujer son lo más común y propiciado por los gobiernos que simpatizan con Hamás. Es decir, la paz era aparente, porque hay una guerra constante que se aviva con momentos nobles y dulces para unos y agrios para otros.

Apenas celebrábamos que el premio Nobel de la Paz “se haya entregado” a una iraní prisionera que, antes de serlo, se mostró como activista por los derechos humanos. Narges Mohammandi se convirtió en ganadora y el mundo occidental la ve como triunfo, mientras que Irán lo ve como agresión y desafío para su vida doméstica.

Toda decisión tiene claroscuros y se ganan y pierden simpatías de todos los bandos. Esta es una tendencia que se hace frecuente en todo el mundo. Algo que condenar por unos, es algo para celebrar por otros.

No es para estar conformes, pero tampoco es un motivo de enaltecer la violencia. Infundir la paz es mucho más difícil de lo que nos imaginamos y, en cambio, la agresión la vemos y toleramos todos los días en la escuela, el trabajo, la fiesta, las redes sociales multimedia, los templos religiosos y, hasta en los bautizos.

Comenzar con bendecir a todos es algo que poco se promueve y, sin embargo, es el único camino que reduce la conflictividad que atesoramos en la panza. ¿Tú puedes?

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