Opinión

Cambiar

Sección Editorial

  • Por: Luis Sampayo
  • 16 Abril 2023, 20:00

El término “cambiar” va más allá que una forma de ganarme su atención con este encabezado para reunirnos usted y yo justamente aquí, en estas líneas, para profundizar y platicar de lo que realmente debíamos de ser como “sociedad urbana y valiente” y que hoy ha perdido la brújula, la orientación y su razón de ser, pues a mi particular juicio las nuevas generaciones están creciendo con una muy endeble simiente en sus valores formativos.Y sí, quizás la juventud tendrá hoy mejores y más dinámicas herramientas para su educación; sin embargo, su formación social y afectiva en el desarrollo humano es desdeñada por la responsabilidad propia de los padres y es comodinamente considerada como una materia académica de ética y moral más, totalmente desorientada en la escala de valores de la sociedad que limpia su limosnera conciencia redondeando en “el súper” lo que nos sobra para ayudar al prójimo mientras, eso sí, destinamos una parte importante del presupuesto para comprar “amor y cariño” para alimentar el ego de la bondad y la aceptación social, en forma de croquetas destinadas hacia nuestras mascotas.Por ello el día de hoy quiero republicar lo que ya alguna vez platicamos en torno a los valores, el amor y el equilibrio que ocupamos en lo individual para proyectarlo como una sociedad urbana responsable, valiente, actuante y preocupada.Y es que afortunadamente el que esto escribe, a pesar de los tiempos idos, sigue conservando la magia, la ilusión y la sonrisa de su corazón de niño, que ha llegado a la madurez emocional que dan los años, luego de vivir en equilibrio el paso de las diferentes épocas que han marcado la evolución de esta gran comunidad social.Cuando pequeño, el jardín de nuestra casa que en aquellos tiempos estaba a las orillas de la ciudad, por rejas tenía rosales, la puerta siempre estuvo sin llave, el saludo cordial siempre fue para todo el que pasaba y luego de cumplir con los deberes al caer la tarde, el sosiego de las mecedoras en el porche para mirar las estrellas, eran el premio de paz que alimentaba el alma al susurro cantar de los grillos, en el vacío silencio de las noches. Esto, era al abrigo de los brazos de mis padres que platicaban de sus cosas mientras el sueño en su regazo te acariciaba amorosamente hasta vencerte. Eran los tiempos de los zapatos Pingo, las teles de bulbos y blanco y negro. Tiempos en las que las televisoras sólo trabajaban en las tardes y los teléfonos eran enormes, con dos campanas adentro y un disco con 10 agujeritos para marcar a teléfonos de cinco números.En mi casa, fuimos seis hijos varones más mi padre; éramos siete contra una, mi madre, que a todos por igual, nos dio todo su amor, su comprensión, su apoyo, su consejo y también, cuando era necesario, su regaño. Ella nos ofreció toda su atención, todo su cariño y entregó toda su vida por nosotros. Mi padre, también lo hizo a la par de su trabajo para que no nos faltara el amor, el vestido y el sustento. Fui un bendecido de Dios por haber nacido de ellos, que por amor unieron sus vidas y tomaron con una gran responsabilidad su papel de padres.Aquellos eran otros tiempos, no había celulares, no había Internet, ni los elementos distractores de hoy en día; ellos nos criaron a como a ellos los criaron, en base a una conducta sana, sustentada en el respeto, la comunicación, la convivencia, el amor, la disciplina y la transmisión de los valores cívicos, morales, sociales, culturales, artísticos y hasta deportivos, que siempre nos fueron inculcados en el marco del honor, la honradez y el respeto mutuo.Luego, al paso del tiempo, la comunidad fue “evolucionando” desordenadamente conforme fuimos creciendo: nuevas colonias, menos espacios, calles más amplias, menos y parques, más alcohol y menos deporte, más políticos y menos honestidad, más tecnologías y menos convivencia, más modas y menos valores. Cierto es que ahora vivimos inmersos en un espejismo de modernidad tecnológica que hace que brote la magia de una varita en forma de iPhone, smartphone, tablet o computadora, olvidándonos que éstas son unas extraordinarias herramientas productivas, pero también pueden ser, como es el caso, adictivas, nocivas y destructivas.Cierto es también que contra la inseguridad no hay mejor operativo mochila, ni mejor policía, ni mejor combate a la delincuencia, ni mejor fiscalía anticorrupción, ni mejor remedio contra las adicciones y vicios culturales, que la transmisión de los genuinos valores humanos de amor hacia las emociones, el corazón y los sentimientos de nuestros hijos. Valores que deben de estar por encima de cualquier interés por tener el último invento mágico de moda que sale al mercado. La clave es entender la importancia que tiene el papel que significa ser un verdadero padre con valores, amor y equilibrio, en estos difíciles tiempos tecnológicos.Por hoy es todo, medite lo que le platico, estimado lector, esperando que el de hoy sea un reflexivo inicio de semana, por favor cuídese y ame a los suyos; me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco con sus palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos, Dios mediante, aquí el próximo lunes.

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