Felipe_De_Jesus_1x1jpg_8ba9eb7c17
Opinión

Cárcel o CERESO

El sentir de Hoy

Las cárceles en México, y en todo el mundo, son probablemente uno de los peores escenarios de vejaciones y de injusticia para los encerrados, para sus cuidadores y para directivos. Nadie se salva de ser afectado. Todos están restringidos.

Cuando comenzaron los castigos por la comisión de delitos en la humanidad, éstos eran sanguinarios y de circo público para generar un escarmiento al delincuente y dejarle claro a los demás ciudadanos que les podría tocar a ellos.

De la Guillotina, la hoguera, la tortura especializada de muchas formas, de privar de la libertad, el alimento y la luz del día, pasaron al encierro en lugares de aislamiento social que perduran hasta nuestros días.

En estos lugares se han confinado los que asesinan, roban, violan, contaminan y cometen cualquiera de los delitos que las leyes definen como tales. Las historias son impresionantes, tanto que han servido de guión para películas con todos los géneros cinematográficos.

Esas historias, sin embargo, han trascendido e indignado de tal manera a la sociedad, que de ser llamadas penitenciarías o cárceles o penales, se decidió que fueran cambiadas por el nombre de Centro de Readaptación Social, para simbolizar que se está haciendo un esfuerzo por reintegrar a la sociedad a sus mal portados.

No está mal en la teoría, pero en la práctica lo que sabemos de esos centros es que desde adentro se organizan búsquedas y encuentros de víctimas de extorsión y secuestro que impunemente subsisten por un control deficiente o inexistente de la telefonía y las actividades de los internos. Esa historia la sabemos casi todos. Pero ¿Porqué no se ataca desde la raíz el problema?

Los hechos para las penitenciarías estatales son deprimentes. No se adquieren equipos de control de acceso y de perímetro de los penales, no se compran inhibidores de señal telefónica, ni uniformes para custodios y prisioneros. De la comida y camas, mejor ni hablar. Una manera de facilitar la conversión de un CERESO en un centro de entrenamiento para delincuentes.

Pero, y los inocentes, ¿Caben en esta ecuación?

El número de internos, cuya razón de haber sido ingresados NO ESTÁ CONFIRMADA, son más del 40 por ciento del total de ellos. O sea que unos 100 mil habitantes de prisiones, de los más de 250 mil, están en esa condición. Equivalen en población a ciudad Río Bravo, Tamaulipas y a García, Nuevo León, respectivamente.

¿Qué nos ha llevado a tan grave rezago? Una de las respuestas está en la celeridad con la que atiende la autoridad los casos escandalosos y que resuelven a la ligera para que “la opinión pública se calme”. Es decir, por decisiones autoritarias se quedan adentro y, lógicamente se olvidan de ellos al pasar el tiempo, entre los millones de papeles del poder judicial. ¿Inocentes? Quizá.

Otro escenario es el de los que tienen un juicio “en curso”, porque no han sido merecedores de una sentencia. Estos ascienden al 46 por ciento y nos confirman el retraso que la Justicia tiene en México. Ellos y sus familias esperan a que acaben las vacaciones de las fiscalías y los juzgados, pasan navidades y cumpleaños sin clarificar sus destinos.

No descarto que haya jueces amenazados por criminales a los que les dan gusto para evitar ser víctimas, pero eso sólo confirma la injusticia.

De las 15 cárceles federales, las 251 estatales y los 53 centros para adolescentes no me sé una historia linda para contar en estas líneas. Por el contrario, a las mujeres hasta la familia les da la espalda. A los hombres se les margina también, pero se les respeta en la familia “por tradición del patriarcado”. Me pregunto si de verdad producen reinserción.

¿Has visitado una cárcel? No es el mejor lugar. Pocos quieren ir. Los que hemos ido a visitar a alguien o a inspeccionar sus condiciones de operación, hemos constatado que las historias son tan diversas como las familias que están detrás de cada reo.

Y esas son las cárceles indeseables. Pero las hay de las que elegimos tomar para aprender de la vida, a veces sin darnos cuenta nos subimos al tren de la auto sanción. Es la vida, es el maltrato, es el abuso, es la esclavitud, alcohol y drogas, es tantas prisiones que, estando afuera, no nos dejan reinsertarnos a la sociedad en que nacimos. ¿Tú elegiste una?

más del autor

La eterna desigualdad

Conforme pasan los años, el discurso de los especialistas y estudiosos de...

¿Quiere factura?

Cada vez que hago una compra en un establecimiento comercial formal me hacen...

Los deseos y la alquimia

Hacer una lista de propósitos al pasar cada Navidad, es una costumbre que en...

Doscientos cincuenta y un mil

¿Qué tiene que pasar en una sociedad para que el delito más alto que se...

últimas opiniones

Empresa abusiva 

Una de las principales encomiendas de los gobiernos posrevolucionarios de...

¿Sí fuimos a la Luna? Parte II

No pretendo convencerte de que la humanidad no ha pisado la Luna (yo mismo...

Operativo Carrusel, respuesta rápida contra el frío

El invierno en Nuevo León no se atiende desde una oficina; se atiende en la...

¿De verdad tengo que regresar algo al mundo?

La pregunta me la hizo un alumno universitario hace unos meses, casi al final...

×