Al abrir la semana anterior, estimado lector, hablábamos sobre los valores sociales, humanos y culturales que nos han acompañado en la formación de nuestras ideas. A mediados de ese mismo lapso, el futbolista profesional y figura pública Javier “El Chicharito” Hernández, “se atrevió a cajetearla” al expresar públicamente su muy respetable y personalísimo sentir en torno al empoderamiento y liderazgo femenino, dejando expuesto, con ello, los valores —para muchos, trogloditas— que ha adoptado en el particular ejercicio de su propia vida.
Tras el “atrevimiento” de expresar lo que siente, la ola de comentarios no se hizo esperar al estallar la bomba en muchos miembros de la generación frágil y de cristal, que, dicho sea de paso, se manifestó en redes de una manera grotesca, más violenta y agresiva en contra del jugador: “machista, misógino y casi casi cavernícola”, desviando con ello el interés público de temas de igual o mayor trascendencia para la sociedad.
Pero, sin querer entrar en polémica sobre el tema, independientemente de la —es mi percepción particular— errónea posición de grandeza que ha adoptado al decir que el gremio femenil está fracasando, es importante reconocer que otra parte del contenido expresado por el futbolista es cierta. Esto, hoy mismo y a la vista de todos, lo podemos corroborar con la actitud, forma de actuar y conducirse de gran parte de la sociedad.
Por obra de Dios, el Creador, la naturaleza o lo que usted quiera, todos los seres humanos hemos nacido en este mundo en dos géneros: el masculino y femenino. Como seres humanos somos iguales, pero biológicamente diferentes. Y no por ello dejan de ser complementos el uno del otro; sin uno no puede existir el otro, y esa es la puritita verdad de la naturaleza en la que hemos sido concebidos, independientemente de los sentimientos, preferencias o desviaciones que, quizás por fallas, defectos, alteraciones o modificaciones genéticas, cada uno de nosotros, a lo largo de nuestra formación, libremente hemos adoptado.
Pero más allá del añejo arraigo cultural machista y muy mexicano de una sociedad patriarcal que, con el tiempo —realmente, es mi percepción— no se ha desvanecido, sino que, en aras de un civilizado razonar para evitar la confrontación, ha ocultado su ímpetu para dejar su posición y dar paso a un movimiento generacional numeroso y, por ende, electoralmente potente, que, a gritos y sombrerazos, exige por sus derechos con el estandarte de una igualdad otorgada de manera natural a ambos sexos: el masculino y el femenino. De ellos se desprenden una serie de variantes muy cuestionables para las buenas costumbres y que, para tristeza de otros tantos, se manifiestan abiertamente con orgullosas marchas exigiendo reconocimientos, derechos y libertades.
Algunos de estos movimientos —muy cuestionables de la sociedad por su agresivo radicalismo y no por sus legítimas exigencias— han violentado calles, comercios, oficinas, negocios, automóviles, monumentos históricos, oficinas gubernamentales, personas y autoridades policíacas. Son los que exigen, por ejemplo, la legalización del aborto, es decir, la muerte de un ser inocente que, bajo su libre y personalísimo albedrío, bien pudo evitarse bajo diferentes opciones antes de su concepción.
De igual forma, muchos de estos movimientos se preocupan más por el bienestar animal, queriendo anteponer sus premisas por encima de los derechos humanos básicos del resto de la sociedad. Por ejemplo, hoy nuestros gobiernos, tal vez forzados políticamente por la fuerza electoral-mediática de estos movimientos, invierten más en el bienestar animal que en el bienestar de las personas en condición de calle, que ocupan los espacios públicos por necesidad y que, por desgracia, no tienen la oportunidad de vivir una vida sana y digna. Como ejemplo tenemos todo el perímetro del Hospital Universitario, estimado lector, en tanto que otros más están diseminados en la mancha urbana.
Pero volviendo al tema y más allá de las “cavernícolas” declaraciones del “Chicharito”, a quien las redes, los medios y hasta los políticos han querido “quemar en leña verde”, realmente existen temas de igual o mayor trascendencia para la sociedad, como la inseguridad rampante que esa sí no distingue territorio, edad, condición ni géneros. Y no hace falta irse al pasado cultural machista de nuestra sociedad, estimado lector; tan solo basta con hojear las noticias policíacas de hoy, de ayer y de antier, y donde, ahí sí, nadie dice nada, independientemente del “linchamiento” mediático al que se ha sometido al “Chicharito”, que, dicho sea de paso, azuzan las garantías y coarta el personalísimo derecho que, al día de hoy, aún todos tenemos a la libertad de expresión.
Por hoy es todo, medite lo que le platico, estimado lector, esperando que el de hoy sea un reflexivo inicio de semana. Por favor, cuídese y ame a los suyos. Me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco, con sus hermosas palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos, Dios mediante, aquí el próximo lunes.
