El oro se consolida como último refugio ante la guerra entre Israel e Irán
Inteligencia Financiera Global
El resurgimiento de las tensiones geopolíticas en Medio Oriente ha reforzado el papel del oro como activo refugio por excelencia, en un contexto en el que ni los bonos del Tesoro estadounidense ni el dólar han mostrado la resiliencia que históricamente los caracterizaba en momentos de crisis. La reciente ofensiva israelí contra Irán —incluyendo ataques aéreos dirigidos a líderes militares, instalaciones nucleares y sitios de misiles— provocó un alza inmediata en el precio del oro, que superó los $3,400 dólares por onza antes de retroceder levemente en medio de tomas de utilidades.
El comportamiento reciente del rey de los metales pone de manifiesto una tendencia de fondo que trasciende la coyuntura bélica: la consolidación del oro como refugio estratégico en un sistema financiero internacional cada vez más fracturado.
Esta lectura fue respaldada por el afamado Mohamed El-Erian, presidente del Queens’ College en Cambridge e icónico exdirector ejecutivo de PIMCO, quien advirtió que ni el dólar estadounidense ni los “treasuries” (bonos del tesoro) están ofreciendo la protección habitual frente a eventos de alta incertidumbre global. Y es evidente.
A través de sus redes sociales, El-Erian señaló que “los rendimientos apenas se movieron tras el ataque israelí a Irán. En cambio, hay que observar al oro y a la plata”.
Esta aparente indiferencia de los mercados de renta fija y del dólar frente a un episodio que, en otros momentos históricos, habría desatado una estampida hacia activos estadounidenses da cuenta de una erosión estructural de la confianza en el liderazgo económico de Estados Unidos.
En un artículo publicado ese mismo día en el Financial Times, el economista profundizó en las implicaciones de esta nueva crisis. Afirmó que se trata de “malas noticias en un mal momento”, aludiendo al potencial efecto inflacionario derivado del alza en los precios de la energía y su impacto en una economía global que ya muestra signos de desaceleración. Bajo esta premisa, los bancos centrales podrían enfrentar presiones adicionales para postergar o atenuar los recortes de tasas de interés, dificultando aún más cualquier estímulo fiscal en un entorno caracterizado por tasas elevadas y una creciente aversión de los inversionistas hacia los déficits públicos (¡atención, México!).
La combinación de inflación persistente, expectativas de menor crecimiento y tensiones geopolíticas está redefiniendo el equilibrio entre riesgo y seguridad para los inversionistas institucionales.
Según El-Erian, esta coyuntura también acelera un proceso más profundo: la fragmentación del orden económico global encabezado por Estados Unidos. En su visión, el nuevo episodio bélico puede contribuir a “la erosión del orden económico global liderado por EUA”, debilitando aún más la confianza en sus activos como reservas de valor universal.
Este debilitamiento se refleja en un fenómeno ya latente: la sobreexposición del resto del mundo al dólar y a los instrumentos financieros estadounidenses. “Debido a la prolongada influencia de EUA en la economía global y a su periodo extendido de excepcionalismo económico, gran parte del mundo está ‘sobreinvertido’ en dólares y activos americanos. A medida que ese rol se diluye, los países tienen más incentivos para reducir esa exposición”, afirmó.
Por su parte, Carsten Menke, jefe de investigación de próxima generación en Julius Baer, consideró que el avance inicial del metal fue relativamente moderado, dada la magnitud potencial del conflicto. Sin embargo, subrayó que este comportamiento es coherente con patrones históricos, en los que las alzas provocadas por choques geopolíticos tienden a ser pasajeras si no se traducen en impactos económicos tangibles. Aun así, el oro ha logrado acumular casi un 4% de ganancias en la última semana y está en camino de registrar su sexto mes consecutivo al alza, una racha no vista en más de dos décadas.
Mientras tanto, el mercado sigue pendiente de las próximas decisiones de política monetaria por parte de la Reserva Federal. Aunque se espera que esta semana el banco central estadounidense mantenga sin cambios la tasa de referencia, la atención se centra en los nuevos pronósticos económicos y en cualquier señal que permita inferir una trayectoria futura de recortes, sobre todo si la reciente alza del petróleo no se convierte en un factor inflacionario persistente.
Por ahora, los rendimientos del bono a 10 años se mantienen elevados, en torno al 4.42%, y el índice Bloomberg del dólar ha registrado un leve avance de 0.2%, insuficiente para revertir su tendencia descendente de los últimos meses. La tibia respuesta de estos dos instrumentos a una escalada bélica de alta magnitud refuerza la tesis de que la percepción de seguridad que históricamente ofrecían está siendo cuestionada.
En este nuevo paradigma, donde los fundamentos tradicionales del orden económico global parecen resquebrajarse, el oro —junto con la plata— vuelve a posicionarse como el activo de elección frente a la incertidumbre. No sólo por su capacidad para ganar valor aceleradamente en entornos inflacionarios y de conflicto como los actuales, sino por su creciente rol simbólico en una economía global donde las certezas escasean y los refugios tradicionales ya no ofrecen el cobijo esperado.
