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Opinión

¿Qué nos diría Carlos Menem a los nuevoleoneses sobre las medidas arancelarias de ayer?

Sin Censura

Llegó a México la serie de streaming Menem, y las lecciones que nos deja el expresidente argentino ya finado, a los nuevoleoneses, saltan a la vista. Llama la atención una frase muy cruda que dice el personaje Menem a quien fuese su ministro de Economía, Domingo Cavallo: “El verdadero valor de las cosas es político, no económico”. 

En Nuevo León se fabrica casi la tercera parte del acero y el aluminio —la producción de cobre es mínima— que México exporta a EUA. Si Donald Trump mantuvo un 50% de arancel a estos productos, más un 25% a los vehículos, por más que se patee por otros 90 días la aplicación del arancel del 30% en general, la verdad es que ayer le fue muy mal a la industria acerera afincada en nuestra región. 

Con el agravante de que, según Trump en su post de su red social Truth, la negociación con Sheinbaum fue todo un éxito. Y, según Sheinbaum en su mensaje de X, la negociación con Trump fue, pese a todo, muy buena. O sea, nos pudo haber ido peor. ¿Será? 

¿Por qué tenemos qué tragarnos ese triunfalismo malicioso los nuevoloeneses? Porque, según Menem, el verdadero valor de las cosas es político, no económico. 

Trump avanzó en su afán de controlar a control remoto la economía mexicana — y, por ende, la de Nuevo León— porque subordinó toda la negociación comercial del moribundo T-MEC a sus presiones para manejar la agenda migratoria y de narcotráfico en México. Anotó un gol. 

Sheinbaum sacrificó el acero, el aluminio, la exportación de vehículos, la política migratoria y un poco de soberanía para salvarnos la cara frente al magnate gringo y ganar tiempo. Le metieron un gol, pero en el marcador general vamos más o menos bien. 

Un país —y una región— pierden cuando aceptan que el verdadero valor de las cosas es político, no económico. 

El esfuerzo por producir, por trabajar y por comerciar libremente —la marca por excelencia de los regiomontanos— se opacó porque el valor de las cosas, actualmente, es político, no económico. Y peor: es geopolítico. En estos casos, trabajar duro, ahorrar e invertir como apuesta de valientes es un hábito anticuado. 

Lo de hoy es hacer política, jugar a la suma cero, aceptar el proteccionismo y resignarse al “capitalismo de compadres”. Ni modo. El último que salga de las fábricas le toca apagar la luz.

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