¿Por qué dice Samuel Garcia que la afición de Tigres se merece un nuevo estadio en la UANL?
Sin Censura
Asegura el gobernador Samuel García que Tigres dará el paso y tendrá su nuevo estadio. El año próximo iniciará la obra de quinta generación junto al campus de la UANL, una vez que se cumplan los procedimientos administrativos correspondientes, que suelen ser muy enfadosos cuando se combinan varios actores públicos y privados.
Ya se fusionaron predios estatales y municipales, ya que no podía tener domicilios fiscales en dos municipios al mismo tiempo —en este caso, Monterrey y San Nicolás—, por lo que se le entregó a este último un terreno regiomontano, siendo la redelimitación un paso clave. Solo falta que el Congreso del Estado apruebe el comodato que el gobierno estatal le envió hace dos años y, desde luego, que Cemex y la UANL acuerden el convenio entre ellos.
Será un nuevo Estadio Universitario que reemplace a nuestro entrañable Volcán y que se construirá con fondos privados: no se tocará un solo peso de dinero público de los nuevoleoneses para los más de $8,000 millones de pesos que, aproximadamente, costará la obra. Pero voy a lo esencial: ¿por qué construir para Tigres un nuevo estadio de categoría internacional con 65,000 butacas? Por un lado, porque el actual tiene 50 años. Por otro lado, porque nos lo merecemos.
¿Y por qué nos lo merecemos quienes somos Tigres de corazón? Hay de aficionados a aficionados. La afición de Tigres no depende de marcadores ni de coyunturas. Le he escuchado decir a Samuel García que los incomparables siempre están con su equipo y su lealtad los lleva a estar bien presentes en el estadio, vayan ganando o perdiendo. De ese apego incondicional no puede alardear casi ningún otro equipo en México. Los hay, pero son los menos. Se le llama sentido de pertenencia.
En su Psicología de las masas, Freud explica que en las masas organizadas —como ocurre con la fanaticada de un equipo de futbol como Tigres— las ideas más opuestas pueden coexistir sin estorbarse unas a otras y sin que surja, en su contradicción lógica, conflicto alguno. Podemos criticar hasta el insulto a uno de nuestros ídolos en la cancha, Ángel Correa o Nahuel Guzmán, por ejemplo, pero el lazo afectivo hacia ellos se mantiene inalterable.
La neurociencia nos explica que cuando ganamos un Campeonato, a los aficionados de un equipo como en este caso Tigres se nos quitan inhibiciones y generamos dopamina, lo que produce sensaciones placenteras. En cambio, si perdemos, o el partido de la fase final está muy reñido y de pronóstico reservado, producimos cortisol, que es la hormona principal del estrés.
¿Puede esto deslizarse a la política? Sin duda alguna. Sin embargo, mientras no se desborden los ánimos ni se provoque vandalismo, la afición deportiva es una forma de esparcimiento sano. El apego a un partido puede llevar a polarizaciones malsanas que acarrean ingobernabilidad, y no olvidemos que los problemas públicos tienen un rango de complejidad muy superior al de ser espectadores de un partido de futbol.
