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Opinión

Cualquier parecido con la realidad…

Recuerdos de una vida olvidable

El retorno de la Ley del Talión y de la observancia de la adaptación libre del primer mandamiento de la Ley de Dios como eje de la mundana vida pública, me refrescan un par de recuerdos, sin más objetivo que someter al cuestionamiento del lector sus posibles moralejas.

La primera imagen que levanta la mano en mi memoria es la que surgió cuando participaba en una sesión informativa acerca de la asociación sin fines de lucro que presidía hace 20 años.

Después de que cerca de 100 bien intencionadas personas escucharon la exposición de los principios y objetivos de la organización, inició el segmento de preguntas y respuestas, sumándose al frente del auditorio el tesorero para ampliar la información requerida.

En esos momentos tuvo lugar un hecho que nunca sospechamos fuera motivo de sobresalto o desconcierto para nuestro público.

“¡El tesorero y el presidente tienen puntos de vista distintos!... ¡Los discutieron frente a nosotros!”, comentaban en voz baja algunos asistentes al finalizar la sesión, expresiones que daban puntual idea sobre el “cortocircuito” que habían sufrido por atestiguar el encuentro de polos distintos.

Veinte años después de que algunos interesados en la organización se alejaron de ella por el rompimiento presenciado de la cultura del tlatoani todopoderoso, incuestionable en su designio de la verdad o la mentira, de lo favorable o perjudicial, quien fuera el tesorero de la fundación y yo seguimos siendo amigos y continuamos debatiendo sin perjuicio de nuestra relación, buscando equivocarnos menos en nuestras vidas. ​

La Verdad es una quimera para la naturaleza humana, pues solamente podría ser alcanzable para una divinidad inmortal, omnipresente, omnisciente y omnipotente. ¿Quién si no Dios, de existir, podría ver al mismo tiempo toda la superficie de una esfera, entenderla, influir en su transcurrir y, además, acompañarla eternamente?

¿Pero qué sucede si a las limitaciones de lo humano para conocer la verdad absoluta, se suman condiciones como las de la ignorancia, proclividad a la manipulación, deseos de venganza y ausencia de planificación, entre otras? Si la “verdad” fuera designada por mayoría de votos, la tierra seguiría considerándose plana o continuaría suponiéndose que el sol gira alrededor de nuestro planeta.

Evoco ahora el caso de la participación que tuve como asesor de un grupo industrial –posición que tuve por amistad, no por selección–, que luchaba contra la inconformidad de los vecinos de una de sus fábricas por la instalación de una subestación eléctrica.

En otra ocasión compartiré detalles de ese hecho resuelto en armonía, gracias a la conjunción del respeto de la empresa a su palabra y descubrimiento de la manipulación del caso que trató de hacer un legislador hoy con partido propio.

Extraigo de esa experiencia el valor de la educación para evitar que el desconocimiento de muchos sea usado para alcanzar los fines de pocos.

La mayoría de las personas que en el caso citado conformaban la fuerza con la cual unos cuantos mostraban su influencia pública bloqueando calles, estaba integrada por adultos mayores a quienes una joven emisaria del diputado convencía con la “solidez” de un argumento único: la obra que pretendía realizar la industria era perjudicial “porque así dice el Internet”.

Cuando de viva voz conocí eso infiltrado en una junta de los inconformes con su líder visible, se me subió tanto “el azúcar” –prefiero evitar una mala palabra– que tomé el caso ya no sólo como el del servicio a un particular, sino como uno de impacto social. Si omitir la educación como cimiento del cambio es deshonesto, manipular la ignorancia es criminal.

Lo cierto no necesariamente está dado por la participación de una colectividad y sí en ocasiones por un individuo que tiene método y capacidad de raciocinio superiores.

Para unos la democracia es el mejor método de gobierno, pero para otros resulta la mejor manera de legitimar a la burocracia y plutocracia, convenciendo o condicionando a las clases socioeconómicas mayoritarias para votar a favor de un proyecto de dominio.

Sin embargo, en el proceso democrático la comunicación podrá ser capaz de casi todo, pero difícilmente de hacer que pasen al olvido el hambre y miedo.

Aceptar y alentar el estado actual de las cosas para insertarse en el sistema de mentiras que lo cobija, es admitir e incitar la desgracia, tarde o temprano, contra uno mismo.

riverayasociados@hotmail.com

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