Cuando querer no basta
Junípero Méndez Martínez es médico, psiquiatra y psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional y profesor de psicoanálisis en el instituto de ARPAC. Asociación Regiomontana de Psicoanálisis.
Estimados lectores: habitando en un país con altos índices de pobreza, inseguridad y violencia y en un mundo en constante guerra militar y económica, parece lo más natural que las personas anhelen un estado de seguridad o paz.
Es entendible también que aspiren el goce de la alegría, de la felicidad, y mejor aún, que se pueda lograr todo lo anterior con tan solo la voluntad de sentirse positivo.
El apremio es tan grande y la solución parece tan al alcance para cada individuo que suena irresistible. Este es un motivo, entre muchos otros, por el que corrientes de pensamiento psicológico positivo, logran gran cantidad de simpatizantes.
Algunos libros de motivación se han convertido en best sellers con esta promesa: todo se basa en el poder de tu mente para convocar misteriosas fuerzas universales que traerán, con el cumplimiento de tus deseos, toda la dicha que anheles.
El psicoanálisis, desde 1897, ha tenido que explicar fenómenos sugestivos de este tipo, tanto en lo individual, como en lo colectivo.
Y en esa tarea explicativa, se ha ganado gran cantidad de críticas, pues resulta doloroso a toda persona fuertemente ilusionada, el darse cuenta que las expectativas y creencias, de poder lograr todo lo que se proponga, por el simple hecho de creer en ello -una especie de omnipotencia-, son la activación de un residuo infantil que queda en la mente adulta.
Un remanente de un estado muy temprano del desarrollo psicológico, es decir, las primeras etapas de la vida psíquica, en que efectivamente no había pausa entre la necesidad y la satisfacción.
No debe mal entenderse como que el psicoanálisis considera vanas a las importantes funciones psicológicas de la motivación y de la vivencia de los sentimientos de bienestar. De ninguna manera, de hecho, el principio de la búsqueda de placer y satisfacción como la motivación básica del ser humano, es una de las tesis -también criticadas- del psicoanálisis.
La cuestión estriba en que una de las metas del tratamiento analítico clásico es que el individuo pueda manejar de manera más adecuada su realidad externa apremiante, al estar menos interferido por temores y deseos gigantescos, producto de su vida interna, pero sin prometer el logro de todo lo bueno anhelado.
La salud psíquica, particularmente en la corriente más contemporánea, incluye también la capacidad de sentirse feliz, y orgulloso de las propias capacidades y logros, sin embargo, hay que subrayarlo, no ofrece la posibilidad de sentirse feliz y orgulloso sin capacidades ni logros.
Es ahí, donde encuentran la oportunidad las corrientes de pensamiento positivo, al sugerir que sin “meritocracia”, sin el sufrimiento de la consciencia de la limitación, y sin el esfuerzo para superarla, y tan solo mediante un acto psíquico, pasarán cosas buenas que te traerán dicha ilimitada. En la siguiente columna me ocuparé de los sueños rotos.
