¿Cuántas veces has sentido que tus hijos tocan justo esos botones que te hacen ir de 0 a 100 y sientes que vas a explotar? Ahora recuerda cuando eran bebés y cómo el tiempo pasaba más lento. Cada llanto lo podías arreglar con un apapacho. Y sigue siendo así, pero los apapachos toman una forma diferente. Quédate a leer, que te lo voy a contar.
Tú eres ese refugio para tus hijos —y no solo porque lo diga yo, sino porque lo respalda la ciencia—. Aquí entra en escena una teoría fascinante del científico Stephen Porges, llamada Teoría Polivagal. Esta teoría explica cómo nuestro sistema nervioso —es decir, cómo nos sentimos física y emocionalmente— regula la sensación de seguridad, conexión, amenaza o peligro, tanto en nosotros como en quienes nos rodean.
En palabras simples: no podemos dar lo que no tenemos. Si nuestro sistema nervioso está alterado, difícilmente podremos contener o acompañar a nuestros hijos cuando ellos están en crisis. Si nosotros estamos en alarma, los vamos a alarmar más.
Como padres, necesitamos hacer un trabajo personal profundo para poder influir de manera positiva en nuestros hijos. Tener la capacidad de regularnos es lo que nos permite dejar de reaccionar para empezar a responder. Reaccionar viene del impulso; responder, desde la conciencia. Cuando nos regulamos, accedemos a una parte más pensante de nuestro cerebro (córtex prefrontal) y dejamos de actuar desde ese sistema más antiguo y reptiliano que solo busca sobrevivir.
La Teoría Polivagal también nos invita a entender que el comportamiento de nuestros hijos no siempre es una cuestión de voluntad, sino una expresión de cómo se encuentra su propio sistema nervioso. Muchas veces somos nosotros mismos quienes, sin darnos cuenta, los ponemos en alerta con nuestro tono de voz, nuestras miradas o nuestro lenguaje corporal.
En un artículo titulado “La teoría polivagal para padres: qué es y por qué importa”, la psicóloga Lisa J. McLean explica claramente que cuando un padre o madre se encuentra regulado, ayuda al hijo a sentirse conectado y seguro.
Y lo he comprobado con mis hijas adolescentes. Cuando las veo discutir o pelear, sé que mi forma de entrar en esa escena puede cambiar todo el resultado. Si entro en estado de alerta y con el mismo tono de voz, eso no termina bien. Pero si, antes de intervenir, respiro profundo, bajo el tono de voz y pauso mis palabras, la energía cambia. No siempre me sale perfecto —soy humana—, pero sigo intentándolo, porque quiero que ellas vean en mí un ejemplo de alguien que puede calmarse, pensar y elegir una respuesta más consciente.
Imagina que eres tú quien, en calma, puedes ser el refugio para un mundo interno en caos o confusión de tu hijo. Quizá solo alcanzamos a ver la superficie de cómo se sienten o lo que piensan. Tu calma, tu tiempo, una mirada, tu presencia, un abrazo pueden ser formas de transmitir lo que ellos necesitan para entender un mundo en caos.
Por eso, te invito a que mañana, al despertar, visualices tu día en calma y en armonía. Que, ante las situaciones que se escapan de tu control, veas una oportunidad para practicar tu capacidad de regulación.
Si aprendemos a hacerlo desde nosotros mismos, podremos ofrecer a quienes más amamos un sistema nervioso en paz: eso que se traduce en hogares más seguros, relaciones más confiadas y vínculos más humanos.
Y me atrevo a decir que, si cada familia comenzara a cultivar esta práctica, estaríamos construyendo —literalmente— un cambio global desde el interior de cada hogar.
Dra. Marysol Flores Martínez
TedX Speaker · Autora · Consultora · Familióloga
Dra. en Liderazgo y Desarrollo Humano
Maestría en Psicología Neuroeducativa
Maestra de cátedra del Tec de Monterrey
Fundadora de @familiaviva.mx
