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Opinión

‘Descúbrenos, Señor, tus caminos’

Las cartas sobre La mesa

Este domingo dedicado a la Palabra de Dios, resonará en nuestro corazón la frase del salmo 24: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”. Nos encontramos con la historia del envío del profeta Jonás a la ciudad de Nínive, predicando la conversión a aquella región; la respuesta será positiva a la advertencia y llamado que Dios hace por medio del profeta. Los ninivitas, ante la predicación de Jonás, hacen penitencia y se convierten.

Pablo, por otra parte, le recuerda a la comunidad de Corinto que el tiempo de nuestra existencia es breve. Por eso, es muy importante que cada quien busque en su propio estado de vida la rectitud y el sentido de trascendencia, antes que el tiempo se nos termine. El cristiano que vive con sentido de cambio, vive con la conciencia de que la apariencia de este mundo pasa. En el Evangelio de Marcos, Jesús elige a sus primeros discípulos.

La respuesta a esta elección es inmediata, quedaron fascinados con la mirada de Jesús. De la misma manera, Jesús no invita y llama a todos a vivir con conciencia de cambio y renovación: “Conviértanse y crean en el Evangelio”. En este camino cotidiano, de toma de conciencia sobre el sentido final de nuestra vida, nuestra oración debe ser: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”.

Dios ama al hombre y desea que éste sea feliz, quiere que se convierta y viva. Convertirse, renovarse, significa dejar el camino equivocado de una felicidad aparente y enderezar los pasos hacia el camino del bien, de la verdad y de la plenitud. Qué importante es dejarnos eclipsar por la Palabra de Dios.

Esto es lo que hicieron los ninivitas cuando Jonás predicó en su ciudad la destrucción a causa de su mala conducta. Esto es lo que hicieron igualmente Pedro y Andrés, Santiago y Juan cuando Jesús les llamó a su seguimiento: dejando el camino en el que se encontraban, siguieron el camino de Jesús. Empoderaron la Palabra de Dios en sus vidas, por encima de la situación en la que se encontraban. La Palabra de Dios, la llamada de Jesús a la conversión, sigue resonando en la vida de los cristianos, como tarea y oportunidad de renovación.

La conversión o renovación, es a la vez una llamada y una respuesta. Dios nos llama a renovarnos y el hombre responde con la conversión, gracias al don de la fe y el poder de su Palabra. En base a la fe en Dios, el hombre se convierte y vive la experiencia nueva de vivir orientado hacia Él. Una renovación sin el acompañamiento de la fe no sería otra cosa sino un puro y momentáneo sentimiento.

Es decir, se reduciría a algo superficial y desprovisto de futuro. Sin embargo, cuando la renovación se funda en la fe y empoderamiento de las Palabras de Jesús en nuestra vida, entonces lo más natural es que culmine con el seguimiento: ir pisando las mismas huellas de Jesús en el camino de la vida.

En tiempo de Jesús, eran los discípulos los que escogían al rabino o maestro; Jesús hace al contrario: es él quien elige y dice a sus elegidos: sigue mis pasos, camina tras mis huellas. Qué importante es darnos, el regalo, de tiempos de oración, para escuchar de cerca la Palabra del Señor, y poder responderle con alegría: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”, en la enfermedad, en los fracasos, en las bendiciones, en los momentos turbios de la vida, en el anhelo de cambiar y renovarnos para ser mejores cada día.

Pablo nos lo dice: “El tiempo se acaba... la apariencia de este mundo está a punto de acabar”. En otros términos, convertirse y cambiar implica un doble motivo: primeramente, la conciencia de que este mundo no es eterno, es más bien efímero y pasajero; y en segundo lugar, la convicción de fe de que sólo Dios ha vencido el tiempo, no pasa, vive en el reino de lo eterno.

La fugacidad de la vida humana y la eternidad de Dios Padre, rico en amor y misericordia, son dos verdades complementarias con las que se debe motivar toda verdadera conversión y renovación personal. Si hubiese otros motivos, habrá que pensar que son espurios y por tanto no dignos de consideración en nuestra vida. 

Ser buen cristiano, y tener la determinación de seguir a Jesús no puede equivaler a un certificado de buena conducta, a algo bien visto en el ambiente social en que vivo, a una moda pasajera y extravagante.

El auténtico seguimiento de Jesús no puede hacerse sin una verdadera conversión y renovación, fruto de una cotidiana vida de oración, donde hay mucho espacio a la escucha de la Palabra, donde se fortalece la fe de manera intensa y profunda, donde con humildad y confianza como los Ninivitas, como los Apóstoles y como tantos buenos cristianos a lo largo de la historia, han sabido dirigirse a Dios orando: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”.

Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, ruega por nosotros.

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