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Opinión

Desesperación e impunidad

El sentir de Hoy

La historia de la impunidad pasa de las guerras mundiales, las regionales, las comunitarias hasta llegar a las personales para mostrar las debilidades humanas que se reflejan en el autoritarismo, la fanfarronería y la aparente superioridad.

Siempre repetimos frases célebres sin conocer mucho del origen y hasta mal aplicamos el sentido. Esta vez yo quiero repetir que el valiente dura hasta que el cobarde quiere.

La impunidad no es nueva en México y el mundo, aunque no siempre desborda los ánimos, como sucedió en Texcaltitlán, en el Estado de México, cuando los habitantes, al desesperarse por el asedio de la delincuencia que les pide “piso”, una forma de extorsión, para dejarlos hacer su vida normal y su actividad económica, decidieron enfrentar a los delincuentes.

En esa escaramuza de autodefensa, murieron 11 delincuentes de la extorsión y 4 habitantes identificados como el bando de los buenos, ganando los defensores de la legalidad y agresores de los agresores originales.

¿Qué hicimos para merecer esto? Dicen algunos. Pues desmenuzamos algunas de las causas de lo causado.

El desdén por la autoridad es una de la causas por las que el gobierno en sus tres instancias, municipal, estatal y federal, ha consolidado su fama de no atacar las raíces de los problemas, bajo el muy pobre argumento de que “nadie agradece lo que hacemos”. Es una excusa, más que un argumento.

Desesperanza es otra de las razones fundadas por las que los delitos no son denunciados, dejando en la certeza de que nada le ocurrirá a los delincuentes. A veces porque pensamos que sólo vamos a perder el tiempo y ni siquiera tocarán con el peso pluma de la ley al agresor, al defraudador o al ladrón.

Lamentablemente este sí es un argumento fundado, porque 97% de los delitos no tienen algún tipo de seguimiento por parte de las fiscalías ni de los jueces.

El Poder Judicial, los jueces en particular, no gozan de buena reputación ni abonan a la confianza de los ciudadanos, porque las sentencias, los amparos, las medidas precautorias, parecen favorecer a los detentadores del poder y del dinero. Y muy pocas muestras contrarias a esa fama se publican en ninguna parte, para que cambiemos nuestra opinión sobre ellos.

Las fiscalías también contribuyen a la impunidad con su menos de 1%de los delitos llevados ante la autoridad de un juez, por lo que gozan de una fama de inventores de delitos y hechos. En mi opinión, fama muy bien ganada. Agregaré a lo anterior, que son también de las autoridades menos equipadas de todas en la cadena del procesamiento de delitos.

Los policías también contribuyen a la impunidad al llegar, por lo regular, tarde a la cita con la denuncia de hechos delictivos y faltas administrativas y dedicarse a perseguir a borrachines en lugar de a los delincuentes. Los abusos de autoridad más denunciados colocan en el liderato a los cuerpos policiales uniformados.

El tiempo que pasa, entre el momento del delito y la colecta de algún tipo de resultado, son uno de los ingredientes que desanima a los afectados para denunciar un delito. Además el tiempo que tiene que dedicar el afectado a los muy engorrosos trámites de la denuncia.

Estas son algunas de las razones por las que en lugares como Texcaltitlán, la desesperación cunde. No culpo a los lugareños por entrar en desesperación y hacerse justicia por su propia mano.

Pensarás que nada justifica la violencia y, bajo un análisis frío y calculador, podrías tener razón. Pero para los que reciben amenazas a su integridad, la de su familia y la de su patrimonio, todos los días, quizá fue la única alternativa que tuvieron a la vista. ¿Tú te habrías dejado intimidar, extorsionar, amenazar, sin hacer nada?

Lo que esas personas quieren es vivir en paz y ganarse el pan de cada día como lo hacemos tú y yo. ¿Qué de extraordinario tiene eso?

Ahora que descubrieron su identidad al rebelarse contra los delincuentes, viene la venganza de estos últimos. ¿Quién los cuidará o defenderá ahora? ¿Volverá a la normalidad Texcaltitlán? ¿Cuál normalidad?

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