Miguel Alemán Valdés se murió de un infarto, en 1983, mientras contaba dinero en su despacho de Polanco.
Muchas décadas antes, en los años 40, fundó un bufete de abogados. Más que clientes, buscaba terrenos para especular.
Con artimañas legales, compró a crédito una enorme hacienda que se llamaba Polanco. Luego se quedó (sin pagarle un peso a sus propietarios) con un rancho llamado Los Pirules.
Don Miguel, empresario visionario, comenzó a fraccionar sus terrenos en lotes; el gobierno federal se encargó de los servicios públicos y después de ser Presidente de México, como por arte de magia, don Miguel resultó ser dueño de esos fraccionamientos.
El rancho Polanco se convirtió en Polanco y Bosques de Las Lomas. Más al norte, don Miguel convirtió Los Pirules en Ciudad Satélite.
Ansioso por seguir haciendo el bien sin mirar a quién, don Miguel fraccionó Cuernavaca y una parte del Bosque de Chapultepec. Luego siguió comprando tierras en Acapulco.
La muerte lo sorprendió antes de comprar todo el Estado de México. Pero otras familias de patriotas, del Grupo Atlacomulco, siguieron su empeñosa labor. México es México gracias a don Miguel.
