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Opinión

Día de Muertos o Halloween

Política e Historia

En estas fechas se abre el debate sobre si se debe celebrar el Día de Muertos e ignorar Halloween, bajo el pretexto de ser una celebración ajena. Falso: ambas son importadas de Europa y tropicalizadas en México.

La celebración a los muertos fue importada por los españoles durante la conquista para combatir las creencias religiosas prehispánicas del actual centro y sur mexicano. Pensar que es un sincretismo donde se fusionan las culturas mesoamericanas con la española es incorrecto, aunque es innegable que algunos aspectos de la cultura popular prehispánica se entremezclaron con el cristianismo.

La celebración que incluye los días 1 y 2 de noviembre nace entre los años 731 y 741, cuando se festeja el Día de Todos los Santos para recordar a los santificados, al santoral católico.

En el año 998, el 2 de noviembre, se agrega el Día de los Muertos a la conmemoración, y con estas rememoraciones se busca opacar las celebraciones celtas del 31 de octubre, en las que se festeja el fin de año y la fertilidad de las cosechas.

A México llega el Día de Muertos con la conquista. Señala fray Toribio de Benavente, “Motolinía”, que entre los años de 1535 y 1540 se presentan las primeras festividades en los territorios de Texcoco y Tlaxcala.

Su finalidad fue la misma: la evangelización y la transmutación de las costumbres religiosas paganas o prehispánicas al cristianismo, pues en las culturas mexica, maya, mixteca y otras se creía en la vida después de la muerte, pasando por un inframundo, ya fuese el Mictlán u otro sitio de albergue para los difuntos.

Desde el nombre de “altar”, más la presencia de elementos como una imagen religiosa, la cruz cristiana, el pan y otros elementos, la celebración se distingue como europea, en este caso, española.

Es una celebración porque se concibe como el momento en el cual los espíritus retornan a convivir con los vivos y pueden ser mundanos: tener sensaciones, paladear alimentos, oler aromas, palpar y hasta escuchar aquello que brindaba placer al cuerpo.

En contraparte, el Halloween es el remanente de aquella lucha ideológica iniciada entre los años 700 y 900 de nuestra era, cuando los celtas organizaban festines a sus dioses.

El Halloween llega a Estados Unidos con las migraciones irlandesas, ya tropicalizado. Con el tiempo, se convierte en un segundo “día del niño”, donde pedir dulces a cambio de no hacer una travesura es el epicentro de la celebración, que permanece el 31 de octubre.

La tradición se exporta de Estados Unidos a México en la segunda mitad del siglo XX. Para los años setenta ya era parte de la cultura en localidades como Monterrey; el 31 de octubre era día de fiesta escolar, respaldada por la cinematografía norteamericana.

En los noventa del siglo XX se promueve la implementación de altares de muertos en las escuelas nuevoleonesas. Su presencia creció tanto que, hoy día, son miles de altares colocados en planteles educativos de todos los niveles, dependencias oficiales, instituciones privadas y espacios culturales en general.

El Halloween no salió de la cultura norestense: se quedó como la noche de fiesta, y el Día de Muertos como la celebración reflexiva. En un sincretismo cultural podemos hablar de un mestizaje en la celebración a los muertos.

La gente se disfraza en Halloween de calaveras, catrines, motivos de la película Coco y otros elementos del Día de Muertos. Mejor aún: la tropicalización continúa; hoy existe un día para recordar a las mascotas fallecidas.

Se acepta que en los altares haya perrhijos, gathijos y otras variantes de miembros en las familias.

El Día de Muertos es celebración y recogimiento. Vivamos así su presencia.

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